El Recreativo por presupuesto, plantilla y afición tiene la obligación de fajarse para la batalla de instalarse en la zona de play off de ascenso. Y a esto hay que añadir la presión tras la experiencia de la temporada pasada, un vínculo sujeto de exigencia moral. Ahora, un retraso evidente de la primera fase deja sabor a fracaso en el centro de la tabla con sueños rotos y bajo el síndrome caracterizado de una tristeza profunda: más cerca del descenso (cinco puntos) que del grupo aspirante (11 puntos). Y nadie esperaba el batacazo con el freno echado que supuso nueve jornadas sin ganar y la suma de cuatro puntos.

Esta sucesión de golpes negativos ha tenido el efecto similar a un acoso psicológico dentro del vestuario. Al Recreativo de Monteagudo le confudió el encanto del verbo con su sonido alegre de los 'cantos de sirena' en pretemporada, que luego se juntó con el clima del positivo primer mes. Y la segunda vuelta es la citación de un desafío frente a un empeño difícil de llevar a cabo y que constituye por ello un estímulo para quien lo afronta de superar el vacío adherido de la rémora de puntos. Una utopía pensar en las victorias y puntos a conseguir cuando hay tantos rivales por encima.

Una vez enganchados cuatro derbis seguidos invicto a la espera del quinto ante el San Fernando y el rearme con la toma de medicina de la Copa del Rey mejoran bastante el tratamiento terapéutico, equiparable a la energía luminosa aupada a este glamur y vivido que debe conectar la realidad liguera para potenciar la apuesta frente a un rival que es tercero fuera en puntuación, pese a sus seis jornadas sin ganar, y segundo menos goleado. Un hándicap para este Decano que lleva un mes sin brindar un triunfo en Huelva. El recreativismo anhela que el último hervor de sintonía grada-equipo de tendencia al optimismo se acompañe con las alegrías tan necesitadas como otro punto de partida.