Análisis

Gumersindo Ruiz

El trabajo después de los 65 años

La reforma de las pensiones en Francia propone, como todas, retrasar la edad de jubilación, pero una contrapropuesta del Lab de la social-démocratie, en l´Obs (11 de enero), considera ocupaciones que exigen especial esfuerzo físico, años cotizados, esperanza de vida, o cuantía de la pensión. Habría que añadir las circunstancias de cada uno, si tiene otras rentas, o necesita seguir trabajando, pues hay quienes anhelan que llegue el momento, y quienes quieren ejercer su derecho al trabajo, prolongando la vida laboral. En España el Constitucional no reconoce este derecho cuando se ha pactado entre empresa y sindicatos que la edad es una obligación; las empresas no quieren trabajadores mayores, y los sindicatos tienen la vana esperanza de que se libere empleo. Peor todavía es que pintores, escritores, o cualquiera con un oficio en que se sienta cómodo después de los 65, vea amenazada su pensión, un derecho para el que ha cotizado, si trabaja, cobra y tributa; es algo injusto, pero ningún partido se atreve a defender pensión y derecho al trabajo. En el libro de Lynda Gratton Redesigning Work (Penguin), se señalan aspectos que pueden estar a favor de los mayores para trabajar a tiempo parcial como la flexibilidad y autonomía que son una tendencia social; la oportunidad de volver a trabajos con escasa oferta; y la experiencia de algunos empleados.

En España la población de más de 65 años supera el 19% del total y tiende a un 29%, principalmente mujeres, en lo que se conoce como feminización de la vejez. Según Eurostar las personas entre 60 y 64 años, próximas a la jubilación, son un 6,5% de la fuerza laboral, y las que pueden empezar en unos años, y tienen entre 15 y 19 años, son sólo el 5,2%, con lo que potencialmente hay más gente que sale, que entra. En una nota de Vasco Botelho y Marco Weibler, para el ECB Covid-19 and retirement decissions of older workers in the euro area, se ve cómo en 15 años los trabajadores entre 55 y 75 pasan del 12 al 20% de la fuerza laboral; además de la legislación y participación de la mujer, está el hecho de que trabajadores mayores, vacunados, con buena salud y condiciones laborales, no han adelantado significativamente su jubilación por la pandemia.

Voy a Antequera al funeral de un buen amigo, Pedro Porras Soto, constructor con una visión siempre positiva, y cuando el sector flaqueaba construyó residencias para religiosas y restauró inmuebles; era de esos empresarios que además conocen el oficio -recuerdo que le gustaba la soldadura-, y escuchaba siempre al cliente, procurando adaptarse a lo que quería. Paseando por la ciudad, alegre tras una lluvia fina, viva pero sin el bullicio desmedido de algunas ciudades, y luego en el hermoso templo de la Santísima Trinidad, recordé a otro antequerano amigo, José Antonio Muñoz Rojas, del que tomo unas palabras de su libro Amigos y maestros (Pre-Textos), cuando dice de una persona que: "Pertenecía a la casta de aquellos andaluces poco estentóreos, de muy guardada intimidad, con una atención siempre cortés y pendiente de lo ajeno". Así era Pedro. Su mujer Carmen, sus hijos Lidia y Pedro David, tienen el consuelo de la memoria de alguien bueno, con una deferencia genuina hacia los demás, siempre fiel a sus ideas.

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