La planificación del renovado Recreativo con el único destino de sólo estar una temporada en la quinta categoría tiene la base de un entrenador que se integre en el ADN de la entidad. El responsable del banquillo del Decano tiene que aceptar una tensión extra por partida doble: la que se pone el mismo y la que implica la presión crítica y sometido a la competencia que también conlleva ser un puesto de poco asiento. El Recreativo ha sufrido una caída al "quinto infierno" inevitable que ningún estamento del club fue capaz de subsanar.

Y es que la reflexión en la situación de sofoco y sensación de opresión que asume el Recreativo no hay tiempo muerto. El entrenador elegido tendrá la imposición de un año sin sosiego. La temporada del suceso más infeliz y lamentable de la historia del Decano en la hoguera del banquillo deja un estado un presente desolador y un aviso de lo que se le avecina al siguiente de la lista. La estabilidad necesaria de un club se inicia con el liderato de un cuerpo técnico sin tanto baile de pizarras tácticas y estratégicas, que es primordial para consolidar un proyecto en formación y una progresión de las líneas básicas.

Daniel Alejo parece que tiene claro sus deseos y sus primeras opciones con todo el poder previsto y ajustado a sus derechos. Su apuesta decidida es por un Recreativo en actos de reconciliación, que sepa ganar y crear confianza en la afición para que tenga menos miedo que el que padece ahora. Elegir bien y luego si hay que rectificar al menos acertar como acta de notoriedad. La dimensión del Recreativo en Tercera División RFEF le urge la celeridad de la acción y efecto, que tiene la inmediatez extrema de levantarse sí o sí tras caerse sin vida o sin conocimiento, además sin tiempo de curar sus heridas y de ocultar sus cicatrices hundido en la zona de desastre. Y un entrenador con la huella dactilar que exige la química con el Decano.