Nunca un fiasco ha sido tan rotundo y tan anunciado en la distancia sobre lo que se le venía encima. Ocho meses entre la UCI y el cementerio ¿ahora a estas alturas se organiza una protesta vestida de luto para dar el pésame en el velatorio? Pues, nada a hacerse notar. Sin duda fueron más destacables y a tiempo "Vengo por el escudo", "Vengo por los colores". Y en este estado de colapso y un cisma tan profundo ¿cómo sobrevivir preparando el sepelio? El caos general instalado en el Recreativo recoge los descartes que le dieron para sembrar en barbecho con jugadores de vuelta, otros con secuelas graves de lesiones y veteranos, que además en la situación de quiebra ni se apuntan en la lista de espera. Si la acción y efecto hubiera sido la fase de ascenso, todos mentalizados... hasta cojos piden sitio.

Una Segunda B de pico y pala, de sentir físicamente daño en la jornada laboral, de llegar al vestuario predispuestos con la mente limpia para una categoría mortal y de afrontar cada partido como una final al resultado de ira y enojo irreversibles de dejarse llevar con el arrastre de ser humillados vilmente faltando a la confianza depositada. Y llegan los tres partidos finales de la angustia y la congoja donde la salud trastornada hizo perder la orientación sin que ninguno de los tres entrenadores supieran atajar la aflicción extremada de sus jugadores.

¿Y la afición que espera en la acción de inhumar o enterrar uno de los episodios más trágicos del Decano? Sin duda, el más duro en lo deportivo con dos descensos de neurosis traumáticas con destino a las catacumbas del fútbol español. ¿Y qué demanda de estos jugadores fracasados con el futuro boicoteado? Y es que las cinco derrotas seguidas en la fase más crucial retan al estudio más exhaustivo sobre las estadísticas históricas tras una catástrofe colectiva. Preparar la reconstrucción desde las tinieblas tras pasar la trituradora.