Todo sigue igual, como siempre

Se reproducen los mismos problemas, la Carrera Oficial, los estatutos...

Comenzamos una nueva Cuaresma y con ella, otra serie de artículos semanales donde cada jueves La Cantonera, ideada para proteger y embellecer el principal símbolo de los cristianos, intentará cumplir su cometido, aunque alguna vez, esperemos que las menos, se encontrará con el dintel de la puerta de salida.

Para comenzar el artículo de hoy, me disponía a realizar un análisis de alguno de los aspectos más destacados de nuestra querida Semana Santa, sin darme cuenta de que los hechos que iban ocurriendo durante el día me facilitarían enormemente la labor recopilatoria.

Como siempre, asistía a la misa de imposición de ceniza, que sin ser día de precepto, congregaba a numerosos fieles en una de las más destacables entradas de las parroquias, aunque desde los grandes medios de comunicación no se informe de este importante período para los cristianos, tal como viene ocurriendo con otras religiones minoritarias. Al contrario, debemos ir acostumbrándonos a las continuas faltas de respeto que se producen a nuestras creencias.

Pero menos mal que hay cosas que no cambian porque, como siempre, el Cristo de la Misericordia nos espera en su tradicional besapiés del Miércoles de Ceniza. Cita obligada a una hermandad que durante el año cuida con exquisito celo todos los cultos que realiza.

De vuelta, transitaba por las calles céntricas y observaba que, desafortunadamente como siempre, se están podando los naranjos en esta época del año, con el considerable disgusto al saber que empezaremos la primavera sin el característico olor a azahar. Además, en ese paseo vespertino, pude comprobar cómo la implantación de nuevas cafeterías de franquicia era un hecho consumado y temí por la vida de la tradicional torrija. Aunque, como siempre, quedarán esos pequeños templos vivos de la artesanía repostera que cada uno tenemos en nuestra mente.

Como me ha entrado hambre, recuerdo que llegado este día, mi madre nos prepara con todo su cariño unas magníficas espoleas que, no son más que la excusa para reunirnos en torno a la mesa familiar y hablar de los cultos cuaresmales de nuestra hermandad, que como está ocurriendo últimamente, se han realizado antes de que llegue la Cuaresma.

Durante la amena charla familiar sale el tema del cartel oficial, que como va siendo habitual, navega dentro de un mar de interpretaciones artísticas y que personalmente creo que se aleja del concepto de grito en la pared. Posiblemente, esta sea la nueva tendencia y mejor nos vamos acostumbrando a esta situación.

Es curioso comprobar cómo los mismos temas del año pasado se van repitiendo durante la conversación de este año. Hablamos de los problemas de la Carrera Oficial con las obras, que provocan más inestabilidad a una Carrera Oficial que no acaba de asentarse definitivamente; aunque, a decir verdad, este tema concreto se está convirtiendo en un problema universal que aqueja a numerosas capitales andaluzas, que por distintos motivos, se están viendo obligadas a realizar cambios estructurales. Recordamos la situación del Consejo que termina su mandato sin acabar de solucionar los grandes problemas de siempre, como la reforma de sus estatutos. Una reforma enquistada en los mismos temas: la situación de la Hermandad del Nazareno en la Madrugá, la inclusión en el Consejo de la Hermandad del Resucitado…

Entre tanta charla, siempre hay un momento, como siempre, de revisar el hábito de nazareno de cara a la próxima estación de penitencia. Esa túnica que otra vez se ha quedado corta, que estos niños crecen una barbaridad. Las nuestras, no hay que tocarlas, menos mal.

En definitiva, todo sigue igual, pocas cosas cambian y casi todo sigue como siempre. Y reflexionando sobre los temas tratados anteriormente, me pregunto: ¿Verdaderamente deseamos que cambien todas esas cosas?

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