Pongámonos en las cercanías del Titanic aquel maldito momento en el que la prepotencia de su ideólogo y la mala fortuna hicieron que el grandioso crucero pasara a la historia justo por lo contrario de lo que todos soñaron. Me imagino a los náufragos desesperados: "¡Un bote, una madera, dennos algo a lo que agarrarnos, por favor!". Pero los que acudían al auxilio manejaban otras ideas: "Es cierto que no estaría mal ayudaros con lo que pedís, pero no os precipitéis, vamos a respirar hondo y lo hablamos; no nos asusta la catástrofe que está en ciernes. Tranquilos, que esto lo arreglamos nosotros...". El número de muertos no paraba de crecer, claro.

El Recre siempre ha sido un Titanic no por lustre ni lujo sino por lo que pudo ser (y debió ser) y casi nunca fue. Es verdad que es muy probable que en cualquier otra ciudad del mundo jamás hubieran salvado a un transatlántico similar del hundimiento tantas veces como aquí, ni con la casta y el orgullo mostrado por Huelva en varias ocasiones, pero es que me temo que en ninguna otra ciudad se hubiera permitido que un barco así chocara con un iceberg, década sí y década también, se partiera en dos, en cuatro y en seis, continuamente, ni que el barquito estuviera siempre naufragando en el Mar de la Eterna Tragedia. Miedo me da si Krypteia, con su candidatura de bonitos destellos y sonido rimbombante al rescate, en vez de tener claro -si al final se hace con el timón- que en lugar de valer sólo flotadores buenos y grandes (léase dinero) baste con manguitos comprados en los chinos, que se estropean en el primer salto a la piscina.

Y así andamos, con una campaña de abonados muy lejos de llegar a los 9.000 reales del pasado año y cuyo dato demuestra que aquí sólo bastan dos cosas: una gestión extremadamente realista y unos resultados que ilusionen. Para escaparnos de este cementerio en el que seguimos y del que, entre todos, sacamos al Decano de su tumba, no valen ya trucos de magia ni grandes palabras: uno que puede terminar en la cárcel lo sabe mejor que nadie. Eso sí, mientras, como decía la canción de Mecano -uno tiene sus añitos-, "los muertos aquí lo pasamos muy bien". Amén de buenas ideas hace falta dinero. Y mucho. Lo demás será de todo menos serio.

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