Análisis

Pedro josé morcillo azcárate

La primavera más auténtica

La Concepción se volverá a convertir en meta y salida de los sueños del onubense

Casi sin darnos cuenta la cuaresma se nos ha ido, deshojando una a una las hojas del calendario en cada estación de un vía crucis, en cada beso a una sagrada imagen, en cada día de quinario, en cada turno de papeletas de sitio, con los botones que le íbamos cosiendo a nuestra túnica, en cada pasada de paño a la plata repujada…. Así hemos llegado a estas vísperas que se convierten en gloriosos momentos de nervios y espera, de ilusión por volver a vivir un año más esos días en los que la primavera más hermosa volverá con esos momentos que guardaremos en nuestra retinas hasta el año que viene.

La Concepción se volverá a convertir en meta y salida de los sueños del onubense, hasta ella llegaremos todos a cumplir con el rito un año más. Vienen días de la tradición más arraigada en nuestras vidas, ese momento que tu madre, al igual que cuando eras pequeño, te ayuda con la túnica en casa, te ajusta el capirote a los ojos y te despide en la puerta de casa, esa bendita costumbre de no poder faltar ningún año a esa esquina con la misma compañía de siempre para revivir una revirá mágica. La primavera estallará en Huelva en forma de saeta desde un balcón engalanado, estallará en esos naranjos cuyo azahar besará uno a uno los varales del palio del Amor por la Huerta Mena.

Vienen los días de los sentimientos y las oraciones calladas en ese instante que surge de forma espontánea sin darte cuenta, y te encuentras ahí, como si estuvierais solos Ella y tú en mitad de una multitud que vitorea bajo una lluvia de pétalos a la Esperanza en Miguel Redondo. Y es que si me preguntan a mí lo que significa la primavera diré que es ese tiempo que comienza escuchando campanilleros mientras unas bambalinas se mueven al son de la marcha.

Es en este tipo de cosas donde reside parte de la magia de la Semana Santa, en lo auténtico de los momentos que vivimos y que forman parte de los rituales de cada año. No está programada esa señora octogenaria que rabia de nervios desde que se levanta por que hoy verá al Señor pasar por su casa, tampoco lo está ese "viva" que sale del corazón de aquel al que el mismo se le va a salir de la emoción contenida ante una buena combinación de marcha y chicotá. Porque eso es lo grande de todo esto, la capacidad para vivir instantes y momentos que no estaban pensados, que son resultado de la emoción que se provoca en nuestro interior.

Ya el año pasado asistimos a cómo una hermandad publicaba todos los puntos del recorrido donde habría alguna petalá, alguna saeta o un momento especial, despojando a la Estación de Penitencia de toda espontaneidad, de cualquier "sorpresa", como programando los estallidos de devoción. Este año vemos como otra hermandad, en un comunicado oficial, dice que es lo que tienen que hacer aquellas personas que quieran ofrecerle flores al Señor, que no las tiren desde los balcones, si no que las lleven a la iglesia por la mañana, eliminando así la bella estampa que derrocha autenticidad por los cuatro costados del monte del paso lleno de claveles que han sido ofrecidos al Señor en forma de promesa.

Disfrutemos de lo auténtico de estos días que nos vienen, no le quitamos la esencia a la Semana Santa, dejemos que sea el pueblo, para quien se hicieron las cofradías, el que las haga suya cuando salgan a la calle. Que tengan todos una buena estación de penitencia, nos vemos en la calle.

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