Tal y como está el Recreativo de Huelva no nos podemos permitir entrar en una alarma constante porque, ante la proximidad del precipicio, cualquier mal paso podría ser definitivo. La situación deportiva es la que es. Y a nadie le puede resultar extraño que se hable de permanencia porque para el Decano la única línea roja que no puede traspasar es la del descenso de categoría. Y hasta el momento se está en el camino de poder conseguirlo, aunque será tortuosa la senda y complicado el objetivo. La paciencia será la clave en un proyecto claramente onubense, donde la cantera y el recreativismo toman el mando. No hay otra. No puede haber otra.

En el aspecto administrativo están puestas las miras en la gestión del día a día del club. Todo lo anterior que se adeuda es imposible de abonar en estos momentos, mientras no se llegue a un acuerdo con Hacienda que levante el embargo. Y no hay más remedio que confiar en el trabajo del actual consejo, en nada culpable de lo que ahora acontece en el Decano, salvo la decisión de cesar del entrenador Ceballos, que para unos será acertada y para otros errónea. La afición no puede ser condescendiente con la desidia al frente del club, pero tampoco es posible crear alarmas cuando el nuevo gestor, el Ayuntamiento de Huelva, no lleva ni dos meses al frente de una nave en ruinas.

La única alarma roja que entiendo es la de los trabajadores del club, que cuando vuelven a casa se encuentran con un gran deuda económica pendiente de pago. Y ese drama doméstico sí que merece que la atención económica para que los pagos sean una prioridad en la gestión del actual dueño.

Entiendo que las alarmas pueden ser múltiples en los muchos agujeros negros que tiene el Decano, pero ni las luces rojas ni el pesimismo van a ayudar al Recreativo. Hay que ser realistas, la situación es muy complicada, casi imposible, y solo un milagro podría salvar al Decano. Pero no se puede tirar la toalla, menos cuando por fin hay quien trabaja honradamente por el bien de este club.