El Informe trimestral del Banco Central Europeo sobre estabilidad financiera, publicado esta semana, advierte que las condiciones de estabilidad financiera, que ya eran malas, se han deteriorado aún más desde la invasión de Ucrania por parte de Rusia. Los riesgos se acentúan por las mayores probabilidades de que la inflación sea más alta y sostenida en el tiempo y que de forma paralela el crecimiento sea más bajo de lo que se espera actualmente. Mires lo que mires, con peligro de ir a peor.

En los mercados financieros la volatilidad ha aumentado desde el estallido de la guerra, se han amplificado los diferenciales de crédito y se ha producido una caída de los índices de renta variable. Ha sido una respuesta sustancial, pero no violenta. No obstante, una escalada de la guerra, un crecimiento global más débil o si la política monetaria necesita ajustarse más rápido de lo esperado podrían desencadenarse correcciones adicionales.

En los mercados inmobiliarios residenciales las vulnerabilidades siguen aumentando. Diferentes factores presionan al alza los precios al mismo tiempo que aumentan el riesgo de una corrección de precios. En algunos países puede haber comenzado a surgir una espiral de precios y préstamos.

Los fondos de inversión experimentaron salidas manejables tras la invasión, pero siguen estando muy expuestos a una nueva corrección del mercado, dado el alto riesgo de duración, crédito y liquidez que soportan.

Por su parte, en la banca, que había recuperado rentabilidad en 2021, las proyecciones para 2022 se han revisado a la baja debido al aumento de los riesgos crediticios. Las mayores tasas de interés les mejora los márgenes en el corto plazo, pero algunos bancos podrían tener dificultades en el medio plazo por el empeoramiento de la calidad de los créditos.

Las empresas de la zona del euro no paran de enfrentar nuevos y continuos vientos en contra: persisten los cuellos de botella en la cadena de suministro, los precios de los insumos se han disparado, los precios de la energía seguirán altos, las tasas de interés se incrementan y las perspectivas económicas se han vuelto más nubladas por la desaceleración.

Las posiciones fiscales de los Estados europeos también se debilitan: la recuperación es más débil y las condiciones financieras se están volviendo más estrictas. Con el altísimo volumen de deuda, sobre todo en países como Italia y España, puede cuestionarse la sostenibilidad de la deuda.

Por último, y lo más importante, el triple desafío al que se enfrentan los hogares: posibles correcciones en los mercados inmobiliarios residenciales, tipos de interés más altos y una contracción de los ingresos. Especialmente preocupante es el impacto que puedan tener en aquellos que tienen los ingresos más bajos y en los que tienen una capacidad más débil para atender sus deudas.

El informe es tremendo. El cuadro que dibuja recuerda a esas escenas con barcos atravesando terribles tormentas, agitados de un lado para otro, sufriendo daños que se retroalimentan negativamente unos a otros, abriéndose grietas que originan nuevos problemas. Sólo nos cabe esperar que, como en muchas películas, llegue la calma y sigamos navegando. A ver la pericia de los que están en el mando.

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