Análisis

J.M. morillo león

El pan nuestro en la literatura española

El pan en la literatura tiene certeras y sabrosas aportaciones que vienen a celebrar, unas veces desde el hambre, otras desde el hartazgo, la importancia de tan antiguo y omnipresente alimento. No hay momento en la vida, trascendiendo el más allá con el hecho religioso, que no esté presidido por una pieza de pan, con y sin levadura, dulce o salado, en sus múltiples formatos.

En la literatura médica tenemos al galeno y jurista hispano árabe, Averroes, en el siglo XII, señalaba que "el más adecuado para quienes quieren conservar la salud es el pan fermentado, elaborado artesanalmente con harina de trigo, previamente remojado en agua, al que llamamos almodón". También en ese siglo, el filósofo y jurista judío Maimónides valora el pan elaborado con harina rica en salvado.

E incluso Gonzalo de Berceo en el siglo XIII, en los primeros escritos en lengua castellana, pone por boca de la Virgen, en su obra Milagros de Nuestra Señora: "Yo so aquí venida por levarte conmigo do se ceban los ángeles del buen candial trigo…"

Demos un salto al siglo XX. El onubense Premio Nobel de Literatura, Juan Ramón Jiménez escribía en 1914 su entrañable Platero y Yo: "El pan se entra en todo: en el aceite, en el gazpacho, en el queso y la uva, para dar sabor a beso, en el vino, en el caldo, en el jamón, en él mismo, pan con pan. También solo, como la esperanza, o con una ilusión..."

En 1939, el poeta Miguel Hernández dedicó a su hijo recién nacido Manuel Miguel, esta conocida canción de cuna: Nanas de la cebolla, uno de sus poemas más conocidos compuesto en la madrileña cárcel de Torrijos, tras recibir una carta escrita por su mujer, en la que contaba que no comían más que pan y cebolla. Era época de hambruna.

El único español que obtuvo el afamado Premio Andersen en 1957, los Pequeños Premios Nobel de la narrativa infantil, fue José María Sánchez-Silva, autor del relato Marcelino Pan y Vino. Llevado al cine en 1954 por el húngaro luego nacionalizado español, Ladislao Vajda, fue uno de los grandes éxitos de la historia del cine español. Éxito comercial y de crítica, que fue mas allá de los cánones del cine religioso que se imponía en una época difícil.

El Instituto Cervantes, recoge en su refranero uno muy curioso: "A falta de polla, pan y cebolla" con una variante con cambios formales por motivos rítmicos: "A falta de capón, pan y cebollón".

Yo siempre me quedaré con "Toma pan y moja", o como decía mi padre, "Donde pasa, moja". Y es que, cuando el hambre aprieta de verdad, con un trozo de pan siempre se puede mojar en una buena salsa.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios