Análisis

Juanma G. Anes

Dos oídos chungos y un mariscal de campo

Prefiero hablar de aquellos colegiados que no están acertados con mi equipo cuando éste gana que cuando no lo hace porque, sin la victoria en el saco, todo argumento suena a excusa barata; pero llama la atención que en esta gran racha de resultados los albiazules hayan sufrido, en cuatro de los últimos cinco encuentros, unos arbitrajes bastante raritos. Del trencilla del domingo poco más se puede añadir, pero permítanme un par de apuntes. El primero, que llama mucho la atención que, para él, un soplido por la espalda en medio campo valga una amarilla pero que algo extraño provoque la marcha de otra tarjeta al limbo tras una internada solitaria hacia el área de Malón, cortada con una falta clarísima y, por cierto, señalada. Y segundo que, además de demostrar que su actuación dejó mucho que desear, el hombre debería ir a un otorrinolaringólogo urgentemente: señaló en el acta que cuando solicitó, a través de la megafonía, que se terminaran los insultos a coro -insultos nada justificables, por supuesto-, "estos cesaron". Pues pareció justo lo contrario, oiga. Así que, o bien acumula bastante cerumen en los oídos y eso le impide tener una correcta calidad auditiva (de ahí la recomendación de una visita al especialista, sé de uno que es genial), o es un mentiroso. Cualquiera sabe.

Dejando a un lado la realidad virtual en la que viven algunos, desde la llegada de López aquí todo es optimismo -pese a que lo Hacienda y su inminencia siguen en el aire, vaya por Dios- y bien que nos parece ese estado de ánimo, aunque la bendita exigencia que el Recre se ha autoimpuesto hace que de las Islas Afortunadas haya que sacar tres puntos el sábado si no queremos perder la opción de estar a tiro de piedra de los puestos de privilegio. Razones para seguir mirando arriba hay, y me centro en algunas de ellas: lo de la puerta a cero, imitación de la gran época caparrosiana, es la mejor señal y, por otra parte, lo de Sergio González, que me parece un auténtico escándalo. Falló -como todos fallaron- y fallará porque aquí nadie es infalible, pero casi todas sus acciones son un ejemplo de buena colocación, calidad y jerarquía. A mí me empieza a recordar al mejor Juanito y al mejor Bornes, casi nada al aparato. Y no hay nada más importante para una escuadra que tener atrás a un excelente mariscal.

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