Análisis

rogelio rodríguez

Hacia un muro y tocando el claxon

Cuentan en la UE entre bastidores la necesidad de encontrar un Mario Draghi español

No es criticable que el Gobierno haya elaborado, a través de la Oficina de Prospección y Estrategia y con la participación de cien expertos, un informe que, aunque se presente con el artificioso título de España 2050, aborda los grandes problemas del país y alumbra posibles vías de solución a medio plazo. Otra cosa es que el diagnóstico y el remedio puedan ser más o menos acertados y que la poca fiabilidad de quien pretende lucirlo revoque la validez del documento, utilizado como autobombo fuera de la cruda realidad y en el momento más inoportuno, el peor en varias décadas. Ahí está el quid de cuanto haga o deje de hacer quien rige con tanto desatino el devenir de España.

Desacierto, temeridad, engaños y apremio partidista jalonan la gestión de un presidente al que le crecen los adversarios, entre ellos, reciente y muy significativo, un embrionario sector de la prensa alineada tradicionalmente con el PSOE. Tiene muchos bemoles que, en una situación tan grave a causa de la pandemia, de los retos secesionistas contra el Estado de derecho y la inadmisible invasión marroquí de Ceuta, coseche justificado crédito la sentencia del portavoz mediático del bravucón y manipulador reino alauí, Khalill Hachimi, director de la agencia oficial de Marruecos (MAP), cuando dice que "el pobre Gobierno de Pedro Sánchez va directo hacia un muro tocando el claxon". El tal Hachimi lo dice como lo dice y en un artículo lleno de oprobios, pero algo parecido han debido apreciar también las autoridades de la UE cuando apuntan entre bastidores la necesidad de encontrar un Mario Draghi español, según cuentan personas que frecuentan las instituciones de Bruselas.

Pedro Sánchez y su Gabinete nunca olvidarán este mes de mayo. Primero, el tremendo varapalo que le infligió el PP en las urnas de Madrid y, ahora, la grave afrenta de Mohamed VI, que va bastante más allá de una represalia por dar cobijo hospitalario a escondidas, con identidad falsa, violando las normas diplomáticas y la ley, al imputado líder del Polisario, Brahim Gali, al que previamente rechazó la avispada Ángela Merkel. El objetivo de Marruecos es nítido. Su reclamación de soberanía sobre el Sahara cuenta con el apoyo de Estados Unidos. La suscribió Donald Trump y el demócrata Joe Biden ha ratificado la buena entente con un país que considera primordial para los intereses norteamericanos en Oriente Próximo y al que EEUU ha suministrado -ojo al dato- cuantioso material bélico.

Marruecos, que además cuenta con la amañada cordialidad de Francia e Italia, y, tras el Brexit, con favores comerciales en el Reino Unido, ha oteado desavenencias en Europa y comprobado la ignorancia estratégica del Gobierno de España y la depresión que sufren nuestros servicios de Inteligencia. El desafío marroquí es intolerable, pero están crecidos. Aprovechan sin pudor cualquier debilidad ajena y desprecian las consecuencias. Nada nuevo. Reza un proverbio árabe que los oídos no sirven de nada a un cerebro sordo. Ni los ojos a un cerebro ciego. España y todo Occidente sufren ambas dolencias y Marruecos lo tiene muy presente en sus oraciones.

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