Análisis

PANDEMIA Manuel barea 23

Una misa en la azotea, en plan Beatles

Puede que la idea partiera de algún miembro de la improvisada feligresía que, por qué no, en algún momento antes del decreto de alarma y por motivos que no alcanzaremos a comprender jamás tuvo noticias de aquel último concierto de los Beatles en la azotea del edificio de Apple Corps, en el número 3 de Savile Row, en Londres. Y recordándolo puede que se dijera: "Si esos jipis melenudos cantando esas canciones del demonio pudieron hacerlo, por qué no nosotros, que vamos a celebrar el Domingo de Ramos y a ensalzar a Dios nuestro Señor". Es un poner, claro. Igual la cosa sucedió de otra manera… sí, sin duda sucedió de otra manera. Los caminos del Señor son inescrutables pero los de alguna gente son ciertamente laberínticos y tienen la salida más inesperada. El caso es que allá que se fueron. Que subieron. A la azotea. Con cura y todo. Es obvio, iban a celebrar una misa.

Las azoteas han dado siempre mucho juego, han sido y son muy literarias y muy cinematográficas. Pero, de verdad, religiosas, lo que se dice religiosas, no sé, no mucho, ¿no? Han sido de utilidad para cuestiones más carnales y de puro vicio que espirituales: hay quien descubrió el sexo en uno de aquellos lavaderos que tenían las casas de vecinos y hay quien echó en otro de ellos su primer pitillo, y así hasta hoy. Y por supuesto han sido y siguen siendo espacios idóneos para una juerga, desde una barbacoa -nada más alejado de la vigilia y el ayuno cuaresmales- a un guateque -con música, grabada claro, de los Beatles, entre otros- en el que la máxima era sexo, droga y rock'n'roll (con un masivo incumplimiento de lo primero). Es verdad que algunas azoteas han contado (y supongo que seguirán contando, yo hablo de lo que conocí en la infancia y la adolescencia) con palomares entre los que había ejemplares a los que los entendidos tenían por verdaderos campeones de la colombofilia, pero más allá de eso no había ningún palomo tan especial como para considerarlo divino (por muy potente que fuera la fumada).

Total, que la ocurrencia de la misa el Domingo de Ramos en una azotea de Sevilla no culminó. No ha trascendido en qué momento de la liturgia irrumpió la Policía y cortó en seco. Los agentes dijeron a la parroquia, una decena de fieles más o menos, que no podía ser, que la azotea era una zona común y que no podía haber allí toda esa gente, aunque fuera para rezar. Hubo quien abucheó a los policías. En fin. Y fue una ocurrencia que no venía a cuento, por mucho Domingo de Ramos que fuera, porque sus organizadores se saltaron unas instrucciones que hasta el máximo responsable de la Archidiócesis había llamado a cumplir con todo el rigor. La Iglesia ha cerrado los templos, muy a su pesar, y ha ofrecido alternativas: televisión, internet… así que eso es lo que hay.

No vale liársela a los del culto evangélico de las Tres Mil Viviendas por su rito de hace unas semanas y después organizar una misa en una azotea del centro. Las restricciones son para todo Dios.

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