La concursante de MasterChef 9 Ofelia tendrá vida como personaje más allá de la vitro. La exasperante gallega siempre revolotea por la pantalla y a fuerza de sobrevivir es la que da juego a una edición que está perdiendo fuelle. Ofelia es la picajosa, la que enciende los nervios de los demás, pero desde casa el espectador la contemplar como una participante impertinente que no puede remediar ser tan cursi y autoprotagonista. Pero no es el monstruo tóxico que a veces quieren ver en ella sus compañeros. Más insufrible parece Arnau.

Este martes, y bien tarde, le correspondía marcharse a la manchega María, con un aire de soberbia que le manchaba toda la cara y que cayó en una eliminatoria de técnicas básicas con las que no supo guardar la ropa. Lo primero que lamentó de su marcha es dejar en el gallinero a Ofelia (decíamos, puro espíritu de Supervivientes) y a Pepe, el malos pelos, cuyo cuajo ya ha calado el jurado. Sobrevivir en la prueba de exteriores es la clave y en el almuerzo en el mercado de San Antonio, en Barcelona, donde había que cocinar y cuidar los kilovatios del horno, los que se creían más hábiles se tropezaron en el reto. Y ahí estaban María y también el bueno de Fran, el más abnegado que ha visto este programa en su historia. Si este MasterChef 9 aún tiene que decir es sobre todo por este camarero de Cuenca que en la comida no ve hidratos y proteínas sino céntimos y facturas. Un tipo generoso que pastorea la calderilla en la cabeza y que ha estado en las escaleras del cadalso.

El programa aguardaba una bala sorpresa en esta entrega: la incorporación de dos aspirantes que en el casting se quedaron fuera por sus obligaciones como sanitarios. Se quedó por su buena maña el murciano José. Es cardiólogo pero las féminas destacan su anatomía. Su Anatomía de Grey. Dice que entra para hacer buenas recetas pero sobre todo saludables. Su incorporación anima el formato y además de ejemplo. Una pena que se quedara fuera el valenciano Nando, enfermo crónico, médico y buena gente.

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