Análisis

Tacho Rufino

En el mapa a toda costa

Lo ocurrido en Sevilla con motivo de la final de la Europa League es un caso típico de exceso de afluencia y pelotazo ocasionalLa visibilidad del nombre del 'destino' es un mantra contemporáneo

Reza el dicho que uno no debe poner todos los huevos en la misma cesta, porque si ésta se cae o se daña puedes acabar perdiéndolos todos. En gestión de empresas, tal máxima alimenta la llamada estrategia de diversificación, que dicho en corto consiste en desarrollar nuevos productos o entrar en nuevos mercados distintos del originario. El afán diversificador tiene esa parte de sensatez, o sea, de limitación del riesgo, pero es contraria a otra conseja popular, "zapatero, a tus zapatos", y en nombre de la diversificación no pocos altos directivos han acometido viajes a toda y ninguna parte, divirtiéndose, o encantados con los gurús de tarima y los métodos del caso de algún caro MBA, drenando financieramente a sus compañías, además de despistándose a sí mismos y a sus altos salarios de las tareas que conforman el corazón de sus obligaciones. Como nada es perfecto ni ninguna verdad es absoluta en estos asuntos de la llevanza de negocios, ni el monocultivo ni el vértigo de la diversificación por la diversificación son buenos ni malos per se. La prudencia y la justa medida, casi huelga decirlo, deben guiar el quehacer de los directores generales y los consejos de administración. Otro tanto cabe decir de los gestores municipales.

Los ayuntamientos deben bregar con el reparto de la estructura económica de los territorios que les competen, es decir, con la distribución y el peso de las actividades que componen su producto total. La excesiva dependencia de una actividad se corresponde al principio de los huevos. Sucede a cualquier nivel: Rusia o Venezuela son ejemplos de excesiva dependencia en el sector energético por causa de un gran don natural, que a la postre los ha hecho autocomplacientes y, finalmente vulnerables ante los ciclos económicos o las perturbaciones ocasionales del sistema mundial. Los mismo cabe decir del turismo, un sector que ha sido -y es-una fuente principal del PIB español, y como no puede ser de otra manera ha obrado cambios estructurales y socioeconómicos de primer orden, para bien y para mal. No por mil veces dicho deja de ser cierto que el turismo democratizado y la desregulación del alojamiento han convertido a muchos destinos en falsos cual Judas de plástico, en parques impostados donde los nativos se ven incentivados u obligados a salir de najas. Algunas ciudades, muriendo de éxito, ven cómo históricos colegios e institutos de sus centros urbanos se quedan sin estudiantes: quién sabe si acabarán siendo nuevos hoteles. Será cuestión de tiempo que esos cascos históricos artificiales sean indeseables para los turistas de cierto nivel (que son los que interesan, al menos eso declaramos todos). Pan para hoy, pan duro y mohoso para mañana.

Lo ocurrido en Sevilla esta semana con motivo de la final de la Europa League de fútbol es un caso típico del exceso en la afluencia de visitantes a una ciudad, un sitio por definición finito. Llegaron tres veces más hinchas de los que el estadio que acogía el partido podía albergar. Desde luego que algunas actividades hicieron su agosto en mayo: cerveceras y hoteles las dos más premiadas. Gente con afán abusivo y talante de bestia exhibiendo sus torsos, eructando junto a los transeúntes como malotes de internado en el recreo. En la película Excalibur, una voz de ultratumba pregunta al Santo Grial "¿a quién sirves?". Cabe aplicar al grial del turismo futbolero dicha pregunta: ¿a quién beneficia esta invasión (en general, pacífica)? Por definición, la gestión de organizaciones y territorios requiere de ingresos recurrentes, no de pelotazos ocasionales que son melones por calar. Claro que, puestos a soltar mantras erigidos en verdades incuestionables, este tipo de eventos "pone a Sevilla en el mapa". Se trata de estar en el mapa ese a cualquier costa, ya vemos.

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