En casa hay una hucha. Una grande que ya comienza a pesar. Todos vamos echando lo que rascamos de los bolsillos cuando entramos por la puerta; desde la pequeña de la familia hasta este que aquí escribe. Esa hucha está atada al rugby desde hace años. Sobrevivió a una gira de los British and Irish Lions -son exagerados los peajes a los que obligan a los aficionados- y ahora, a pesar de aquel último empate en Nueva Zelanda, me alegro de que siga con nosotros engordando. Sin saberlo comenzamos esa hucha en 2016 para los Lions, pero no los British sino los nuestros, los de aquí, los del Estadio Central, Los Leones.

De Auckland a Tokio, así hemos corregido el tiro. La familia quiere ir al Mundial de Rugby de 2019, y ahí seguimos. Sólo falta un paso por parte de nuestros jugadores. Hay que vencer este domingo en Bruselas. Me imagino que será difícil que esta columna la lean españoles que viven en Bélgica, pero si conocen a alguien por allí hágansela llegar. Mandamos para allá a los tercios. Nadie quiere convertirse en víctima propiciatoria y menos de un equipo del nivel 2 como el nuestro. Bélgica va con todo, han llamado a sus mejores hombres, nos esperan en el barro de Flandes con los dientes apretados. Así que díganle a los amigos, familiares o conocidos que están por allí que se acerquen a ver el partido y hagan ver a nuestros Leones que vayan a donde vayan nos van a encontrar en las gradas plantando batalla junto a ellos.

El domingo 18 a las 13:00 en el Little Heysel de Bruselas. Un estadio pequeño, con gradas cercanas, de esos del rugby cotidiano. Un escenario para la épica. Yo quiero a unos Leones intranquilos, con algo de miedo (el miedo no es malo si se pone en su justa medida) y con españoles en la grada para lanzarlos en el momento adecuado.

Ver a nuestra selección ante Escocia, Irlanda o Japón (en el partido inaugural contra los locales) tiene una sala de espera en la que no nos va a importar estar más de un año.