El Financial Times ha seleccionado las cien empresas con más de 10.000 millones de valor en bolsa a principios de 2020, y que más han crecido en valoración en este año; ya tenían dimensión, pero han ganado con la crisis. Hay 36 empresas chinas, 30 norteamericanas y 34 repartidas por todo el mundo; incluyendo la argentina Mercado Libre, de compras on line, que es la mayor empresa de América del Sur. Hay cuatro ideas que surgen de este ranking. La primera es que muchas no nos suenan de nada, y en ellas se valora principalmente su gestión futura; el número uno, Tesla, el fabricante de automóviles y otras tecnologías, apenas gana 1.000 millones de dólares, después de años sin beneficios, y su valor sobrepasa los 670.000 millones (que es la mitad del producto de España). No es un fenómeno sólo norteamericano, pues Delivery Hero, que sirve comida, nunca ha dado beneficios y cotiza en el principal índice de la bolsa alemana. Hay, pues, una combinación de realidad empresarial, y valoraciones exorbitantes.

La segunda idea es que las empresas norteamericanas -concentradas en California- son principalmente de tecnología de información y comunicaciones, media y entretenimiento, pagos, y comercio on line, como Zoom, Pinterest, Snap, o Twilio, pero en el mundo tienen éxito empresas muy diversas, como ocurre en China, que se hacen muy grandes con el aumento del consumo en un país inmenso. Japón y Corea del Sur tienen además empresas de producción manufacturera en este ranking, como M3 de suministros médicos, o LG Chem de baterías. La tercera idea nos viene de las empresas europeas, con Spotify en media, Zalando en comercio, o Worldline en medios de pago, y con dos rasgos que llaman la atención: el éxito de empresas medianas como Sartorious Biotech y Sartorius AG, en Francia y Alemania, en su producción de equipos médicos; y el auge de la energía alternativa, con las españolas EDP y Siemens Gamesa en el ranking. La Unión Europea y sus principios "verde" y "digital" impulsa industrias en las que éramos pioneros, que se han maltratado, y de las que sólo nos acordamos cuando sube la luz, pues con aumento de oferta de energía caería el precio.

La cuarta idea es sobre financiación; salir a bolsa proporciona capital a las empresas, pero antes alguien debe arriesgar en ellas. En Norteamérica, donde perder es secundario, se financian mediante capital riesgo y deuda privada; en Asia hay apoyos públicos iniciales significativos; y en Europa sólo en algunos países se financia la innovación mediante la banca, como ocurre con el conglomerado alemán de empresas medianas, y los más de 1.300 bancos locales que las conocen y financian. En el ranking hay sólo una compañía financiera, EQT, es sueca, no es un banco, y ha invertido con éxito en proyectos tecnológicos, entre ellos 300 millones en la malagueña Freepik. Hasta hace poco en España difícilmente alguien con un proyecto tecnológico encontraba quien supiera financiarlo, y sólo recientemente cambia la situación con grupos privados de capital riesgo y la iniciativa pionera del Ministerio de Economía a través del Instituto de Crédito Oficial. Pero la relación entre sistema financiero y tecnológico es -como diría Michael Ende- "otra historia y debe ser contada en otra ocasión".

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