Sólo por evitar un título largo no he llamado a este artículo: "La favorita, todos contra los presupuestos". Lo más seguro es que no tengamos presupuestos, no porque estos sean peores que otros que hemos sufrido desde 2012, cuando el déficit aumentaba, se pagaban más impuestos, peor distribuidos, y con una falta de inversiones que todavía arrastramos, sino porque los partidos han hecho sus cálculos y quieren aprovechar la falta de presupuestos para forzar elecciones.

Conocía las intervenciones de los expertos en el Congreso sólo por los medios, pero me he bajado la intervención completa del gobernador del Banco de España, y ni de lejos figura allí lo que dicen los titulares. Es verdad que recomienda precaución, pero apoya la orientación de los presupuestos hacia el capital físico y la tecnología, la inversión en capital humano y el fomento de la innovación. Hay dos cosas a considerar; una, los impuestos se recaudan según vaya la economía, y los datos sobre si crece más o menos son siempre inciertos, ahora sobre todo por las sombras del proteccionismo y la locura del Brexit, que afectan a países, como los europeos, exportadores de productos industriales. Pero discutir sobre unas décimas más o menos es, como decía el profesor García Barbancho, un intento de "pesar leña con una balanza de precisión".

Mientras en el Congreso se avisaba de riesgos como el aumento del coste de lo que se paga por la deuda pública, y se fijaba en un 1,8% el tipo para la deuda a diez años, se estaba colocando por el gobierno 10.000 millones de deuda, para los que ha habido oferta por 46.500 millones, y el tipo no ha pasado de 1,22%. Aunque sería sacarlo de contexto, esta diferencia de 0,58% sobre una deuda de un millón de millones de euros es un ahorro de 5.800 millones de euros, lo que evita muchas penas presupuestarias. La situación de inseguridad y precariedad que se quiere transmitir, no se corresponde con esta confianza de los mercados hacia nuestra deuda y presupuestos. Además, en un sistema tan descentralizado como el nuestro, la responsabilidad de las administraciones territoriales es enorme, y el papel del gobierno central relativo. También habría que hablar más de la deuda privada, y las operaciones que alegremente se llaman "inversiones", reventas de empresas e inmuebles, que se hacen con endeudamiento, cuyas consecuencias se acaban pagando luego con deuda pública -no al revés-.

En La favorita, la película de Yorgos Lanthinos, el cineasta griego se atreve con un episodio de la historia de Gran Bretaña -el de la reina Ana-; pero lo que podría interpretarse como una pintura de los excesos y debilidades de la monarquía , va más allá, y es una descripción del poder político, donde los dirigentes, sus partidos y los expertos, que nunca son independientes, intrigan y se enfrentan sobre los presupuestos, los impuestos para que una guerra -que cada cual ve a su manera- pueda seguir o no adelante.

"La confusión de la política -dice el crítico Nigel Andrews-, tan caótica como nuestro Brexit actual, se presenta de una forma irresistible, y vemos que pocas cosas cambian entre nuestros gobernantes, excepto las ropas, y las peculiaridades históricas sociales".

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