Asistimos el otro día a una imagen inédita como consecuencia de la petición del árbitro con respecto a los improperios que estaba emitiendo la grada contra el colegiado. De hecho, el trencilla amenazó con suspender el partido por aquello de llamarle de forma casi unánime... Aprobar los improperios y los insultos sería de una antideportividad enorme. Pero el fútbol está llegando a un punto que será como acudir a un teatro.

Insisto, nadie va a un campo, salvo los energúmenos, predispuesto a insultar a nadie. Pero hay cosas espontáneas que no se pueden evitar. El árbitro, por mucho VAR que se ponga siempre estará en el centro de la diana. Y está francamente mal insultarlo. Tienen la tarea más complicada del fútbol, impartir justicia. Pero ellos saben a lo que se exponen. Y nadie puede imponer silencio o palmas todas las tardes. El problema es que el error del árbitro se ve más que ningún otro y eso enfurece al pueblo.

No se puede acabar con la esencia del fútbol porque entonces no sería fútbol. Agarro como ejemplo lo del otro día en el Colombino porque la amenaza fue exagerada. Y los improperios también. Lo suyo sería protestar sin insultos. Pero entendemos que la pasión no se puede controlar del todo. Respeto a los árbitros, pero no se puede obligar a que un estadio se convierta en un teatro.

Por este camino, llegará un día en el que cualquier protesta derivará en una amenaza de suspensión de un partido. Hay que erradicar la violencia y los insultos que conducen a ella. Los extremos con malos. Pero el fútbol nació en la calle y ahí se tiene que quedar, con todo lo que eso conlleva.

Que yo recuerde el Colombino nunca ha sido un lugar donde el respeto se haya perdido con asiduidad. Está llamando mucho la atención que en un partido de Segunda B vayan al campo doce mil aficionados. Y claro, ahí todo lo que se haga tiene más repercusión. Naturalidad, hermanos. Y me suena que el otro día, el árbitro vio la ocasión idónea para hacerse notar. Está mal insultar. Pero de ahí a la amenaza van siete pueblos. Igual el árbitro que mandaron era de waterpolo.

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