Análisis

Juanma G. Anes

Un deportista ejemplar y un cobarde de manual

España es tan peculiar que de aquí salen tipos tan opuestos como la Luna y el Sol. De Amancio Ortega al que se desvivía por matar al Decano (ése que no sabe gestionar ni una casita del Monopoly) hay, por lo menos, 4.000 años luz. Pero una distancia aún más sideral se plasmó el pasado domingo: por la mañana, un ex jugador metido a golpista leyó una fábula acusándole a usted, querido lector, a su familia, a sus amigos y a todo quisqui de ser poco menos que cómplices de los nazis o creadores de un gulag. Por la tarde, Nadal honraba en París el esfuerzo, la honradez, la clase… porque, gane o pierda, jamás existirá un ser con más categoría que él. Escogiste un mal día para dar lecciones de nada, Pepito Guardiola.

Guardiola El oprimido vistió cobardemente 47 veces la camiseta de la Selección Española sin rechazarla nunca ni decir jamás lo que representaba ese escudo "autoritario", como no se opuso a dirigir al Barcelona en competiciones nacionales -jugar a ser independentista no cuadra con ser coherente-. Para él, Nadal, como español que es, aunque al filósofo eso le hierva la sangre (para ese enjambre, los paísos catalans incluyen las Baleares, la Comunidad Valenciana, Aragón… ¡y hasta Murcia!), es otro opresor. Guardiola lleva años en el barco de gente que piensa, por ejemplo, que hay que criar a los niños en tribus o que hay que multar en Cataluña a los comercios que rotulen en español. Ese es el concepto de libertad que tiene el entrenador del City, ex colaborador de la democrática Catar que, por cierto, este curso ha hecho un ridículo espantoso al gastarse lo indecible y no ganar ni el trofeo La galleta (la galeta en catalán, no te me enfades, Pepito). A este lumbreras, como a muchos otros, periodistas cobardes, instituciones deportivas cobardes y gobiernos más cobardes aún, jamás le pararon los pies, sino que le reían sus gracietas mientras a usted le pisoteaban por el camino. No lo olviden.

Yo le doy hoy a Pepito El oprimido millones de gracias por elegir justo este domingo para mostrarnos, tan claramente, la mayor distancia existente en nuestra galaxia, esa que va de Nadal, una persona y un deportista ejemplar, a él, un cínico y un cobarde de manual.

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