Las cosas funcionan cuando las decisiones son las correctas y estas se consiguen cuando antes se tomaron decisiones equivocadas y se aprendió de la experiencia. La sentencia recuerda al método de la prueba y el error en el mundo de la ciencia y nos revela que existe una vertiente pedagógica en los errores, que se debe tomar nota de ellos, pero no afligirse en exceso, y que la experiencia es un ingrediente importante en la receta del éxito. Es la visión optimista de las consecuencias de las decisiones equivocadas, pero ¿cómo saber cuándo una política económica es adecuada?

En principio, lo será si contribuye a que el conjunto del país mejore, pero seguramente habrá discrepancias sobre lo que significa la mejoría del conjunto. El concepto de "óptimo de Pareto" nos da una pista para aclararnos. Si se puede modificar una asignación de forma que mejore la situación de un individuo sin perjudicar a ningún otro, entonces mejora la del conjunto y será óptima cuando no sea posible realizar ninguna otra reasignación de estas características. Suena algo abstracto, pero nos vale para fijar al menos la idea de que las políticas económicas tienen, en muchas ocasiones, importantes efectos redistributivos. Apuntemos tres de ellos.

El aumento de los impuestos y del gasto público supone un trasvase de rentas entre individuos. A veces de forma directa, como ocurre con el aumento de la carga fiscal a empresas y autónomos para financiar subidas de pensiones o sueldos de funcionarios. Otras de manera más sutil, mediante la financiación de servicios públicos gratuitos, pero en ambos casos el beneficio de unos implica el perjuicio de otros.

También hay redistribución en el caso contrario, cuando los gobiernos no intervienen. Opera a través del mercado y las diferentes capacidades de los individuos y la función básica del gobierno es garantizar la igualdad de oportunidades e impedir el abuso de posición dominante de monopolios y oligopolios.

El tercer tipo de redistribución es de naturaleza intergeneracional a través de la inversión y el endeudamiento. La inversión pública normalmente supone una mejora para el país, pero sus beneficios se extienden en el tiempo y alcanza a generaciones futuras. Se trata de una redistribución temporal de rentas similar, aunque en sentido contrario, al endeudamiento público.

Pensemos ahora en el efecto redistributivo de los impuestos, del gasto público financiado con déficit y endeudamiento, de los subsidios y las subvenciones y de la intervención de mercados como el eléctrico. En los okupas y el derecho de propiedad, en las servidumbres con costes ambientales irreversibles y en los diagnósticos equivocados para evitar el coste político que a veces supone la decisión correcta. Nos aproximamos a la visión pesimista de los errores. Cuando se ignoran los problemas, nos ponemos a la defensiva o cuando la terquedad o el fanatismo nos lleva a insistir en el error, entonces adquiere sentido aquello de que las malas soluciones no solo no resuelven nada, sino que con frecuencia terminan convirtiéndose en problemas a medio y largo plazo. Lo aprendí del profesor Cuadrado Roura y se refería a las políticas económicas.

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