El harakiri era una práctica samurái para morir gloriosamente en lugar de deshonrado por el delito. O la derrota. Pablo Iglesias e Íñigo Errejón no culminarán su disputa con un corte en el vientre, van a morir de éxito.

Los dos viejos (ex) amigos crearon una criatura que hizo jaque al sistema con una política binaria de buenos y malos que puso en guardia a las élites y que levantó una descomunal ilusión que se tradujo en cinco millones de votos en diciembre de 2015, pero los dos grandes teóricos no supieron adaptarse a su súbita y gloriosa tesitura.

Antes de hacerse el harakiri está la opción de dejar un poema de despedida a modo de epitafio. Errejón compuso una meliflua y tramposa oda en la que hablaba de ampliar la recolección de votos más allá de las siglas, dejando mecer su cuna por la beatífica Manuela Carmena, más lobo que caperucita y que ha privado a Iglesias de su santo y seña.

Salvo que, con una buena dosis de pragmatismo y surrealismo, Iglesias, digo Podemos, decida aunar fuerzas con Más Madrid y Errejón en la lucha por la Comunidad de Madrid (lo que se antoja inviable, que ya se sabe que Iglesias no tiene ni quiere abuela), el delirante proceso en el que está inmerso Podemos sólo puede acabar mal.

De los polvos del sorpasso frustrado al PSOE, de la moción de censura en la que dejó tirado a Pedro Sánchez (Errejón ahora se jacta de que el tiempo le ha dado la razón), del #Íñigoasíno (la famosa pelea navideña entre el líder y su segundo), y del combate de Vistalegre (del que salió trasquilado el espíritu cartesiano de Errejón) han salido estos lodos que emponzoñan las esperanzas de los que se encomendaron a un joven binomio que ha envejecido (madurado) a golpe de desencuentro entre egos que demuestran que las relaciones humanas miran siempre de reojo al abismo.

El sol de la ambición ha cegado a los dos viejos camaradas que entre cervezas y charlas prepararon el asalto a los cielos sin los pies en el suelo. Pase lo que pase, el tira y afloja lo coronará la sentencia de Bertolt Brecht: "La cuerda cortada puede volver a anudarse, vuelve a aguantar, pero está cortada. Quizá volvamos a tropezar, pero allí donde me abandonaste no volverás a encontrarme".

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