Análisis

josé antonio vieira

Soy cristiano, soy católico II

En nuestros días ser cristiano comprometido es lo más actual que hay

Desde el pasado año, que escribí un artículo con el mismo título que el que da nombre a este que ahora afronto, la situación de los católicos en nuestro país no ha mejorado. Hace unos pocos días, en el carnaval de Las Palmas volvieron a mofarse de nuestras creencias. Evidentemente para mí, ese lamentable espectáculo no es carnaval. No sé qué es lo que pasa en nuestra sociedad. Parece como si hubiese una cruzada encubierta contra todo lo que huela a cristianismo y al igual que el pasado año, me sigo lamentando de la pasividad de los cristianos en general y los católicos en particular. Estos ataques velados a la fe cristiana sólo se pueden contrarrestar no con estériles calentones en las redes sociales, ni con insultos, ni con encendidas pláticas, sino manifestando, sin rubor ni tibieza alguna, nuestra condición de creyentes en los ámbitos que nos toque vivir. No es la primera vez que hemos visto cómo aquellos que han lanzado improperios contra la Iglesia, cuando les hemos dicho que somos cristianos han moderado sus palabras.

Resulta muy fácil criticar todo hecho religioso, pero si esa crítica es contra el hecho católico en particular, parece como si le diera un plus de actualidad. Sigo pensando que en nuestros días ser cristiano comprometido es lo más actual que hay, aunque haya todavía quienes piensan que la modernidad debe estar marcada por un sentimiento antirreligioso. Siempre he creído en el respeto, las buenas maneras y la tolerancia. La mediocridad siempre va a buscar el escándalo fácil y hoy, meterse con los símbolos cristianos parece que se ha convertido en una especie de deporte de masas para un grupo de modernos. A los cristianos, sigo pensando que muchas veces, nos falta ese empuje y ese tesón para defender nuestras creencias. Es doloroso que en muchas ocasiones las mayores críticas contras nuestras tradiciones religiosas, sobre todo en el campo de la piedad popular, provengan de los propios cristianos. Nosotros no podemos ser hipercríticos con lo que somos y desde luego no podemos dar espectáculos lamentables que sólo sirven para encender la imaginación de ésos que, situados al acecho, esperan el momento para dar un zarpazo contra la fe cristiana. Ya vale de tanto ataque a la Iglesia. Ya vale de tanto manosear, con ánimo de escándalo, los símbolos cristianos. En una sociedad como la nuestra, tan plural, debe prevalecer todo lo que fomente y potencie la convivencia en paz y armonía. Sí, estoy a favor de la libertad de expresión, pero siempre que no se traspasen esos límites que atenten contra las creencias religiosas.

A pesar de artículos como este, que comparto con ustedes, los ataques a la Iglesia seguirán. Pero la Iglesia seguirá realizando esa ingente labor social en favor de los más necesitados. Nuestras hermandades seguirán potenciando su labor caritativa. Pero como siempre, habrá quienes movidos por no sé qué intereses, no quieran reconocer esta labor de ayudar al desfavorecido. Dad un paseo por nuestras calles y observad que en las puertas de las iglesias siempre hay personas demandando ayuda sabiendo que van a ser atendidas. En las puertas de las hermandades igual. Me gustaría saber cuántos demandarán esa misma ayuda en la puerta de otras instituciones. Probablemente nadie. Pero esta labor social de la Iglesia, esta entrega desmedida de las hermandades, pasarán, para muchos, desapercibidas. Esa es la fuerza de la ignorancia, no reconocer lo que es evidente.

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