El contrato que firmó el Recreativo con Eurosamop o el Ayuntamiento, pónganle el nombre que quieran, nos ha dejado la respiración entrecortada. Al no elevarse a lo público por mucho que se ha insistido, se barruntaba que algo no iba a estar en el encuadre. Y así ha sido.

Independientemente de las cláusulas devastadoras para la entidad, hay algo que se entiende menos. La extensión de un contrato que alcanza los diez años cuando en 2019 hay elecciones municipales. Es la pregunta que se hace la ciudadanía. Cómo se puede firmar algo que trasciende a tu responsabilidad. Si cada cuatro años hay elecciones, cómo se puede llegar a ese compromiso.

Se sabe que cuando se firmó el famoso contrato, el Recre era un muerto de cuerpo presente, casi. Pero eso no implicaba asumir la condena. Porque es una condena que para resolverse depende de la buena voluntad de Juanma López. Esa es la cruda realidad.

Queda la impresión de que las negociaciones no fueron precisamente de matrícula de honor. Es como si hubieran firmado el contrato en un cuarto oscuro, con amenazas por todas partes.

Por eso tiene un valor enorme que alguien se interese por comprar el Recreativo en las condiciones que está la entidad. Todos están condenados a entenderse porque a ninguno de los agentes implicados les interesa un escándalo. Pero tienen miga las cláusulas y la duración del documento.

Es como si alguien tiene una hipoteca, no tiene dinero para afrontar los pagos y firma lo que le pongan por delante, a sabiendas de que a medio plazo va a terminar hundiéndolo. No se entiende muy bien que una institución como el Ayuntamiento firme en tales condiciones. Porque hay miradas que se dirigen al consejo de administración del Decano. Pero todos sabemos que el Recre firmó lo que le dijeron que firmara.

No salgo de mi asombro. Ciertamente. Ahora sólo hace falta que Mendoza no se aflija, que Juanma tire de corazón y que los que firmaron eso asuman que ese día, por mucha presión que hubiera, la luz se la dejaron en casa, metida en un cajón.