Análisis

francisco andrés gallardo

En la calle más inspiradora de Inclán

En el llamado callejón del Gato, entre la Puerta del Sol y la plaza de Santa Ana, don Ramón de Valle-Inclán, un profeta del punk gallego a su manera, concibió el esperpento por los dos espejos de un establecimiento que deformaba la silueta de los transeúntes que pasaban por el lugar. La realidad se deformaba en un mundo que además por entonces se caía a pedazos.

A modo de aventura quijotesca Max Estrella deambula por las Luces de bohemia vislumbradas entre los claroscuros de ese callejón (rotulado en honor al poeta Juan Álvarez Gato, no por un minino) que a día de hoy es una reanimada calle del Madrid más turístico que busca un rumbo de calidad.

La apertura de Inclán Brutal Bar no sólo fue una buena noticia por lo gastronómico sino también por todo ese guiño literario y canalla que transmite este proyecto. La efigie de Valle Inclán salpica un interior de objetos dorados entre terciopelo y telas de color rojo que aluden a la escritura y a la inspiración. Talento y desenfado se desatan al llegar a la entrada de una biblioteca al aire libre y desde cuya puerta se contempla un jardín con semáforo y espacios acristalados para degustar una propuesta divertida entre platos y soportes tematizados con la vianda que acompaña.

En este restaurante madrileño se venera la gastronomía más castiza con una tortilla trufada, jamón y arroces ibéricos, y se interpreta con exigencia los gustos de moda, como la burrata, en este caso inyectada (literalmente) con pesto y salsa asiática; o los baos, portados por un adorable oso panda; y también el tataki de atún que viaja en una barca.

La carta no es excesivamente larga pero más que suficiente para completar el menú de una velada distendida entre amigos. En la poética relación también hay un apartado para ensalzar al producto sin interferencias. Nada mejor que las zamburiñas con kimchi soasadas en la mesa.

De postre, la tarta de queso, aquí con Grana Padano, que ya no falta en ninguna nueva apertura; o el chocolate costrado con el más matritense helado, el de violetas. El joven chef Joaquín Serrano (Efímero), distinguido como revelación en Madrid Fusión es el autor de esta propuesta.

David Ríos, ex maitre del triestrellado Mugaritz, es el encargado de los cócteles, combinaciones armónicas con el menú. En el postre nada mejor que un cóctel dedicado al fallecido actor Quique San Francisco, con una taza con su efigie. Bourbon, puré de cacahuete, mix de cítricos y chocolate blanco. Un homenaje a la altura de un artista que tuvo una vida que hubiera firmado el mismísimo don Valle Inclán. Todo un señor brutal, como su bar, en el callejón del Gato.

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