Pase lo que pase de aquí a final de temporada y se espera que pase lo mejor, esta plantilla pasará a la historia reciente del Decano como una de las más decepcionantes de los últimos tiempos. Fabricada para encender velas de esperanza, es incapaz de salir de las tinieblas y eso que ya lleva tres entrenadores. El otro día ante el Villanovense rayó lo grosero, sin actitud ni compromiso, sin entender el momento, sin capacidad para reaccionar. Todo encefalograma plano, hasta el punto que tuvo que saltar al campo un tipo de casi 40 años para repartir lecciones de moral y vergüenza. Demasiado pacífica se fue la afición para lo que vio.

He escrito aquí, hace tiempo, que había llegado el momento de los jugadores, que son ellos los que tienen la palabra. Pero a tenor de lo acontecido, da la impresión que no quieren ni palabras ni hechos. Lo del Recre de esta temporada es digno de estudio, de Cuarto Milenio, o de Expediente X, como prefieran. Pero mientras llega el análisis, la radiografía exacta, queda claro que este vestuario, salvo excepciones, no entiende de alma ni de corazón, es como si su piel fuera impermeable, como si los sentimientos hubieran presentado la dimisión. A veces, y es un discurso repetitivo, cuando no hace acto de presencia el fútbol, queda el músculo vital del ser humano para revertir vidas y conciencias.

La gran decepción viene dada por la supuesta calidad que tiene con respecto a cursos anteriores. En los dos últimos años, con millones de problemas y mucha gente de la casa, el Recreativo de Huelva se salvó a última hora. Y la intención del club fue cambiar dinámica y miras. Y resulta que a tiempo presente, este plantel hace peores números que los anteriores costando infinitamente más. Los números no cuadran y el discurso del entrenador menos aún. El equipo debió ser consciente de lo que se jugaba y dio la impresión que la charla se la dio el entrenador contrario al vestuario del Decano. Se precisa bravura y vergüenza torera. Si no es por lo civil tendrá que ser por lo criminal.

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