Análisis

Gumersindo Ruiz

¿Dónde fueron los buenos trabajos?

En pocos temas me encuentro más inseguro que hablando del empleo; afortunadamente las predicciones de hace un par de años no se han cumplido, la tasa de paro es el 13,2%, los ocupados han aumentado un 6%, y la afiliación a la Seguridad Social un 5%. Siendo objetivos no puede negarse que los acuerdos del Gobierno con empresarios y trabajadores han creado un escudo público protector que, aunque muy costoso, ha dado aire al empleo y la empresa; es sin duda un éxito de la visión social de mercado frente a planteamientos más conservadores, políticas que difícilmente se atreverá nadie a revertir, aunque haya votado en contra de ellas.

Una expectativa que no se ha cumplido es la generalización del trabajo híbrido donde era factible. Los datos del INE muestran que los ocupados, asalariados o por cuenta propia, que trabajaban 1 o 2 días desde el hogar pasan de 4,8% en el cuarto trimestre de 2020 a 5,7% en el de 2021, y los que trabajaban más de 2 días, de 9,9% a 7,9%, por lo que se frena el trabajo híbrido, consolidándose quienes 1 o 2 días tienen esa posibilidad. Las cifras son superiores a las de 2019, pero es un tema en que se ha invertido mucho en tecnología de comunicaciones, seguridad, y sistemas de organización, aunque han quedado -que no es poco- herramientas poderosas de videoconferencia, virtuales, y la experiencia de trabajar on line.

Las diferencias de paro dentro de España son espectaculares; una ciudad como Málaga, tan glamurosa y que tan bien se vende, tiene un 21,6% de paro (Datos Macro Expansion), de los más altos de capitales españolas, con baja tasa de actividad y una renta media baja, mientras que otras más discretas como Zaragoza no llega al 11%, y por debajo del 15% de más a menos, Albacete, Coruña, Valencia, Murcia, Valladolid, o Palma; luego está Barcelona con sólo 7,4%, San Sebastián 8,1%, o Madrid, 8,8%. La imagen vana que se tiene de algunas ciudades no se corresponde con la realidad de sus problemas laborales.

Con este paro, la Confederación Nacional de la Construcción (CNC) informa, casi con angustia, que faltan encargados de obra, carpinteros, instaladores de prefabricados y estructuras, operadores de grúas y máquinas pesadas; y sobran pintores, cristaleros, peones, y operadores de carretillas ligeras. Con un paro juvenil del 30% y docenas de universidades llenas de alumnos en carreras para las que no tienen capacidad ni interés en seguir, la nueva Ley de FP Dual podría dar soluciones, pero, además de la formación pública, los empresarios tienen que tomar la iniciativa para formar y procurarse los empleos que necesitan.

Por último, aunque no menos importante, hay un cambio en las relaciones laborales a medida que las empresas se gestionan con responsabilidad social y buen gobierno, y los trabajadores se conciencian de que la empresa puede sentirse como ajena, pero hay que trabajarla como propia, cuando es, claro, un proyecto común con propósito de permanencia en el tiempo. Sin embargo, es difícil identificar ahora los buenos trabajos que teníamos en mi generación, que permitían cubrir nuestras expectativas (aunque el consumo era más limitado), e incluso podían ser en ocasiones, como dice Stephen Fineman, una fuente de vitalidad y satisfacción, y no algo que se lleva tu vida.

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