Pocas personas nos vienen a la mente tan amigas de la cultura como el recientemente fallecido Franco Maria Ricci -geólogo, editor, coleccionista, bibliófilo, diseñador gráfico, constructor de laberintos de bambú, en homenaje a su gran amigo Jorge Luis Borges, con quién editó la Biblioteca de Babel-, que trajo a España hace treinta años su revista de arte FMR, un éxito editorial inaudito. No quería noticias, modas, mercados, sólo el descubrimiento de secretas obras maestras que buscaba en conventos, palacios, bibliotecas, ciudades y pequeños pueblos; un tesoro de imágenes inencontrables, a las que escritores antiguos y actuales añadían textos eruditos, creando en páginas portentosamente ilustradas un universo de pensamiento, sueños y cultura.

El mismo día que moría Ricci en Fontanellato, en su Parma natal, moría en Málaga el cordobés Paco Campos, también un empresario peculiar, al que el éxito en las famosas bodegas de su nombre, le venía con la búsqueda de la perfección en los detalles, creando lugares de encuentro con rincones misteriosos, y junto a ello un mecenazgo de la poesía y el cante, y el coleccionismo, pues ya de joven compraba a escondidas gigantescos y frágiles carteles antiguos de fiestas y toros, que hoy forman una colección cuidada y valiosísima. Asimismo, era persona de sutil generosidad como suele ser habitual en aquellos que de nacimiento están unidos inevitablemente a la belleza.

Las personas que trabajan en música, literatura, artes plásticas, teatro, tienen muchas una vida precaria, excepto si están vinculadas a la enseñanza, o forman parte de instituciones públicas y privadas, como ocurre con compañías y museos. Por ejemplo, los profesores Pérez Ibáñez y López Aparicio de las universidades Nebrija y Granada, sobre 1.105 encuestados pintores profesionales, encontraban que sólo el 15% podía vivir de la pintura. En música, sobre un total de 800 millones estimados facturados, el 45% era por actuaciones en vivo, ahora condicionadas por la pandemia. Por otro lado, la producción literaria de creación en España es de unos 20.000 libros anuales, aunque la facturación total, en torno a 2.300 millones de euros, estaba estancada. La cultura es muy compleja, pero no es imposible ver en detalle y sistemáticamente cómo está siendo afectada, y buscar formas para remediarlo; encargar obras musicales sería una forma de conservar la memoria y la esperanza de los momentos actuales. Lo mismo podría hacerse con obras de arte plástica, que unieran al sector público y el privado, y formas de crowdfunding para compras y exposiciones que fueran más allá de lo local; y, sobre todo, nunca deberían abandonarse los museos, que dependen tanto de las entradas diarias.

El empleo y la renta que crea la cultura es sin duda una razón para preservarla en épocas de penuria, pero hay una razón íntima que nos afecta a todos, donde el ejemplo personal es insustituible. El funeral de Ricci ayer en el duomo de Parma fue sin duda tan exquisito como lo había sido su vida; pero el de Paco Campos, en Málaga y Córdoba, junto con el esplendor de las iglesias antiguas, nos regaló la música de un pequeño grupo de tres violines y un contrabajo, en un acto póstumo de apoyo a la cultura, y sensibilidad hacia los amigos.

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