Hace poco más de un año de la primera visita del Recre a Jumilla. La mayor parte de los recreativistas tuvieron que buscar la localización en el mapa y los que no lo hicieron disimularon saberlo. Un pueblo industrial y vinícola en mitad de la sierra murciana quedaba lejos, lejísimos para los albiazules. Tanto como por entonces nos hacía pensar que era la diferencia que separaba a uno y otro conjunto. Quizá fue el primer baño de realidad que nos llevamos en un año que entonces comenzó a asomar las orejas. Era septiembre y supuso el debut con gol de Arthuro, pero también la primera gran decepción. En mitad de la tabla y sin transmitir nada, el portugués José Dominguez quedó allí sentenciado. Las dos jornadas que aguantó en el banquillo estuvieron de más. El Nuevo Colombino no pudo entender que el Recre sacase un empate ante el Jumilla. Dolió como una derrota sonrojante.
Hoy vuelve a Jumilla ese mismo Decano con un año más y cargado de cicatrices tras meses de lucha por seguir en pie. Lo hace peleando por eludir el descenso, esa suerte que le insinuó su rival entonces. Llega al Municipal La Hoya con una mentalidad diferente. Ya no es el grande sorprendido por la modestia de su anfitrión ni la afición albiazul ve al oponente como una perita en dulce al que golear sí o sí. Demasiados palos encajados y sinsabores han forzado a madurar a marchas forzadas a una entidad hoy mucho más real sobre el césped que entonces.
En el ámbito meramente deportivo la mentalidad con la que este Recre llega a Jumilla esconde una verdad positiva. Hemos aprendido en un año de sufrimiento. Duele reconocerlo, pero hoy sobre el césped somos el equipo inferior ante un oponente que nos supera en muchos puntos. Para lograr el objetivo de los pequeños a veces hay que saber adaptarse a esa realidad y ser capaz de pensar como ellos. Este Decano ya no construye castillos en el aire. Valora cada punto. Hemos aprendido a sufrir como sufren los que se salvan.
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