Análisis

Juanma G. Anes

La ansiedad entre las sonrisas

Todos vemos mimbres en el Recreativo que pueden y deben ser mejor explotados

No hay que ser un lince para notar que hay más nerviosismo del habitual en la grada del Colombino. Entiendo que la ansiedad es comprensible, aunque eso nos cueste abrir el paraguas frente a los que piensan lo contrario. Como nadie de fuera nos tiene que contar a nosotros (sería un chiste de muy mal gusto) lo que hemos pasado -nuestro sufrimiento y nuestro dinero nos ha costado seguir manteniendo esto a flote-, las dudas de no saber aún si mirar hacia arriba o hacia abajo en la tabla se tornan en un ataque de pánico cada vez que no se sale victorioso de casa, y más si los duelos están aderezados con imprecisiones aquí y allá tal y como sucedió, de forma desesperante, en ciertos tramos del último partido.

La capacidad del equipo -y del entrenador- de abstraerse de esa crispación va a ser más decisiva que nunca; todos vemos mimbres que pueden y deben ser mejor explotados. Es verdad que aún estamos a mitad de octubre (por cierto, lo de Hacienda… ¿?), que nuestra pretemporada tal y que nuestra circunstancia cual, pero conviene tener presente que si la exigencia del proyecto del aún silente Juanma López es para tener la nuca pegada a la espalda, como así dijeron todos al inicio (Casquero incluido), aquí nadie quiere volver a juntar ya la barbilla con el pecho ni un segundo no vaya a ser que, haciendo ese gesto, nos dé un tirón en el cuello y nos quedemos con la cabeza agachada hasta mayo, que es, precisamente, lo que nos ha pasado en los últimos tres desquiciantes cursos. Como esto ofrece una revancha cada día no hay mejor manera de quitarse los miedos que dando la sorpresa en Melilla.

Con lo que ha costado que reviva la ilusión -que no la fidelidad- entre la masa el peor de los escenarios posibles sería que cada duelo a orillas del Odiel se convirtiera en una escalada exponencial de tensión. El pasado nos pesa y nos aterroriza tanto que el personal se merece abandonar el estadio, la mayor parte de las veces, con una sonrisa como la que se marcó Casquero el domingo al finalizar el partido. Bueno, seguro que la de los recreativistas, de producirse, sería algo más natural que ésa.

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