Todavía añorando esa maravilla de torneo que es el Campeonato de España Infantil y Cadete de Selecciones Autonómicas (abril nos espera), permítanme aparcar por un día todo lo relacionado con el fútbol, con el Decano y con los compartidos deseos de que vivamos, al fin, el inicio de la necesaria remontada del pionero para hablar de basket y hacerlo, esta vez, mirando al cielo.

Este 2022 se cumplen diez años ya desde que nos dejó José Manuel, un señor, un emblema, una institución del baloncesto provincial: nuestro inolvidable y querido Brito. A quien le trató nada se le puede explicar de más, pero a éste que aquí escribe le marcó tanto que aún me siento en deuda con su figura por todo lo que me enseñó del mejor deporte del mundo y, ya pasen dos lustros o cien, su recuerdo y ejemplo siempre estarán presentes.

'Jose' era serio, muy serio, algo que tan poco se estila en un mundo actual lleno de falsedad, buenismo y pamplinas tiktokeras metidas hasta en la sopa. Era recto, trabajador, machacón, de esa llamada vieja escuela baloncestística que todavía almacena muchas más virtudes que defectos le pese a quien le pese. Jamás podré olvidar lo que hizo con un grupito de chavales de los Maristas a los que convirtió en jugadores más que decentes, guerreros y campeones provinciales, una y otra vez, sin destacar ninguno por su privilegiado físico precisamente. El especial era él, el maestro era él, el líder era él desde el banquillo; como debe ser.

Su semblante imponía, sus riñas despertaban y sus parcas palabras de reconocimiento sabían a gloria. Llenaba de orgullo un escueto "Bien hoy, ¿eh, Juanma?", acompañado de una simple palmada y de esa media sonrisa que tan cara vendía cuando se estaba a sus órdenes. Profesor diario de técnica y táctica, si un día volví a esto del basket para tratar de enseñar lo que se pueda a los niños de hoy fue por Juan, por Mateo, por Ruiz, por los Zalvide, por Javi, por Manolo… y por él, por supuesto. '¿Qué haría Brito en esta situación?', me suelo preguntar en una cancha cuando es menester. Y la respuesta siempre suele ser la misma: ir al máximo, luchar sin complejos. Cuánto se te echa de menos, Jose. Gracias por todo, gracias por siempre, maestro.

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