Análisis

francisco andrés gallardo

El alquiler de la franja de los 'Telediarios'

Las apariciones del presidente del Gobierno en lugar de transmitir más tranquilidad entre los confinados espectadores generan más aburrimiento y desesperación. Qué desperdicio y qué mala estrategia de comunicación. En lo más básico, comunicar, nuestro máximo dirigente despide una impresión de desconcierto a la mayoría de los españoles, todos ellos telespectadores. Son razonables esas sospechas de desasosiego de no estar en las manos rectoras más capaces. Y si la gente sigue en sus casas es por responsabilidad (un poco por no meterse en líos) y sobre todo por la confianza que tenemos en nuestro sistema de sanitario, en las fuerzas de seguridad y en todos aquellos que están dando la cara por nosotros, como los camioneros.

Pedro Sánchez, tan de "yo", entiende que lo mejor es que con regularidad nos acune durante una hora de perorata. Y alquila la franja de los Telediarios, las históricas horas en las que los españoles encendemos el televisor para detenernos y saber qué pasa. Y después tanto rato sacamos poco de nuevo. Lanza el chorro de frases sin apenas dos renglones que nos toquen las tripas (gesto dialéctico del que sí ha sido capaz Moreno Bonilla), en una atonía que es más decepcionante que frustrante. Y lo de incluir las preguntas de los periodistas en directo es lo mínimo que se puede pedir a la Moncloa si queremos aún transmitir que seguimos siendo un país serio en lo institucional. Ya lamentábamos el bochorno del plasma de Rajoy.

La imagen que está ofreciendo Sánchez cuando toma posesión de los Telediarios es una abultada fotografía de su desconcierto y sus continuas improvisaciones, traslación a su vez de un Consejo de Ministros de nivel raso y de aliados de los que no nos podemos fiar.

El actual gobierno está ayuno de credibilidad y fiabilidad. La estampa del presidente en los discursos más monótonos de la historia televisiva en España lo ratifican. Sin disculpas, sin una sensación de preocupación real por los demás...

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