El hecho de que en los programas de televisión haya público ha cambiado mucho en los últimos años. Por lo general los que asisten a ver desde las gradas los espacios televisivos pasan desapercibidos. De vez en cuando hay alguien que con la expresión de su cara copa toda la atención o alguien que destaca porque se queda dormido debido al aburrimiento. Pero poco más. En los últimos tiempos hay formatos que incluso han optado por no tener público en sus programas.

Contar con espectadores en el plató es un arma de doble filo. En ocasiones ayuda a crear un ambiente festivo, de humor, de jolgorio. Es el caso de los concursos musicales como Operación Triunfo o Tu cara me suena, el de los de formatos de entretenimiento como El Hormiguero o el de otros polémicos como Gran Hermano. Sin embargo en otros la presencia del público puede transmitir desgana y que se cambie de canal. Es el caso de los magacines como El programa de Ana Rosa y Sálvame o programas de actualidad como La Sexta Noche. Si no contasen con la presencia de espectadores en plató ni se notaría. No es necesario. No hay que crear ningún ambiente más allá de lo que sucede entre presentador, colaboradores e invitados.

Teniendo en cuenta todo esto no se puede dejar de hablar de la gran excepción. Porque en la televisión de nuestro país hay un caso especial, único, inaudito en cuanto al público presente en plató se refiere, ya que es el gran protagonista. Es el de La ruleta de la suerte. Lo que más llama la atención del programa que presenta cada día Jorge Fernández en Antena 3 no es la facilidad o dificultad de los paneles o el nivel de los concursantes. Ni siquiera cómo una mujer se encarga únicamente de dar la vuelta a las letras de forma innecesaria. Lo que más llama la atención de este concurso es el público. Transmite sensaciones muy diferentes. A veces simplemente provoca diversión y risas. Pero en la mayoría de ocasiones llega a dar vergüenza ajena. Menuda energía. A veces parecen recién salidos de un after. Como si hubieran pasado una noche de fiesta y de ahí se hubieran ido al plató. A saber qué lleva el bocadillo que les dan en caso de que les den algo de comer. No tienen reparos a la hora de bailar, aplaudir, gritar o cantar canciones de lo más bochornosas. Pero bueno, en el fondo es de admirar. No todos seríamos capaces de hacer lo que ellos hacen en televisión. Y probablemente sean más felices así.

Incluso durante la campaña electoral el público de La ruleta ha cobrado protagonismo en redes sociales desde el cachondeo más absoluto. Hay quien ha manifestado que le gustaría un debate electoral con los que acuden al plató de este espacio, que deberían ser los representantes soberanos del resto de ciudadanos españoles o que alguno de los candidatos a la presidencia del Gobierno llega a dar más vergüenza que los animadores del concurso de Antena 3.

No hay que olvidar que La ruleta es uno de los programas más exitosos en cuanto a datos de audiencia se refiere. No es de extrañar. Es la única oportunidad para ver una especie en extinción.

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