Análisis

José Ángel González

El abuelo

Miguel Muñoz Morelló se marchó en su 600, donde logró meter a todo el recreativismo

El abuelo es una figura clave en toda unidad familiar. Lo es en la propia sociedad. Y su presencia, allá donde se encuentre, es una vuelta al origen, a la inocencia perdida, a los valores de siempre… Por eso, en cualquier sociedad sana que se precie ha de tener un papel básico para diseñar el futuro; ese que se les escapa de entre los dedos, pero que ha construido con su trabajo.

Los nuevos recreativistas, como aficionados del Decano que somos, tenemos muy claro que los 129 años de historia que pronto cumplirá el Recre se alcanzan gracias al empeño y al amor de los aficionados que nos precedieron. Ellos transmitieron, de generación en generación, la verdad de una institución que es mucho más que un club de fútbol.

Por eso, ahora que casi todo se resume a cuentas financieras, balances económicos y derechos de televisión se echa más de menos la historia contada y vivida por los mayores que sí creyeron que el Recreativo tenía futuro.

Hoy, esa historia, se queda huérfana tras el fallecimiento de Miguel Muñoz Morelló. El abuelo de todos se marchó en su 600, donde logró meter siempre al recreativismo. Sin dudas, sin intenciones, sin beneficio… el abuelo era pura entrega por unos colores y un escudo que lució con orgullo y pasión. El sábado volverá al estadio, ese en el que juega su Decano, metido en el corazón de todos los recreativistas. Y resonará en nuestros oídos ese "ole, Recre, ole" que lanzaba cada vez que veía pasar a su lado algún emblema albiazul.

Con el adiós del abuelo se va mucho pero más se queda. Mucho mejor le irían las cosas al Recre y al recreativismo si miráramos al club con los ojos de Miguel. Porque la mirada del amor nunca pasa de moda. El Decano es él y otros muchos como él. Y sin ellos, sobran planes, estrategias, mecanismos y proyectos.

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