Vaya por delante el respeto para todos aquellos que intentan mantener cualquier seña de identidad que identifica claramente a los pueblos. Y una seña de identidad pasa por cualquier cuestión que traspase fronteras y consuma años sin que pestañee, a pesar de los problemas, de la lluvia y el viento, de los crudos inviernos en definitiva.

El San Roque de Lepe, parido en 1956, entra dentro de esas asignaciones por cuestión de años, de representación por la defensa de una causa. Por su manto han pasado cientos y cientos de deportistas que han ilustrado su camiseta y besado su particular escudo. Y dentro de ese recorrido, el club aurinegro, como casi todos, ha vivido momentos de incertidumbre, de buenas y malas temporadas, pero siempre ha resistido a todo ello, en una categoría u otra. Y siempre ha contado con una afición fiel de más de medio millar de incondicionales, eso en las categorías más bajas, teniendo mucho más apoyo cuando ha conseguido hitos históricos como los ascensos a Segunda B o la copa Federación.

Sociedad Anónima Deportiva, el San Roque cambió el paso en las miras por instalarse en un crecimiento que ha sufrido un receso importante, hasta el punto de que ahora mismo sigue en un vacío legal con las acciones en manos de quienes hace tiempo no están por Lepe. Eso le ha hecho perder identidad. Porque los proyectos que pone en marcha, una y otra vez, se instalan en el fracaso, como el presente.

Y todo ello por andar con parches sin tomar una decisión consecuente con su historia, su afición y las posibilidades. Lo de los ingleses salió mal por los propios ingleses y porque algunos no cumplieron. Luego entre todos la mataron y ella sola se murió.

Ahora está Antonio Gaitán como jefe supremo, son su hijo en el banquillo y su nieto en el campo. Y eso lo está condicionando todo, hasta el punto de que ahora mismo el San Roque de Lepe es un capricho. Lo mejor que le puede pasar es salvar la temporada, que no lo tiene fácil. Y luego hacer autocrítica. Ni se puede vivir por encima de las posibilidades ni se puede mover uno por caprichos porque suelen salir muy caros.

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