Está el equipo tan firme, lleva dos meses tan solventes, son tan buenos los resultados, está tan calmado el ambiente (salvo los eternamente avinagrados, que vienen así de fábrica) y son tan buenas las sensaciones que anda el recreativismo mosqueado. Como para no: lo más agradable que nos hemos comido este último lustro ha sido una ración diaria de cristales Swarovski mezclados con aceite hirviendo (y nuestro esófago destrozado jornada tras jornada, claro). Pura coincidencia -o no-, desde aquel pleno de diciembre hasta hoy se vive con algo de tranquilidad y con ilusión. Pero nos escamamos, sí. Es como si a Marco, de repente, su madre le invitara a unas vacaciones en Eurodisney en vez de dejarle tirado (a él y al mono, que ya fue mala leche): raro, raro, raro. Hasta el césped está verde y bonito -nos deben un Trofeo Colombino-. Pues eso, que aún no nos lo creemos.

Si el Decano maneja el sexto presupuesto la exigencia mínima siempre debió ser luchar por la nobleza, como ocurre ahora, pero también el curso pasado la situación se asemejaba y es mejor no mencionar el bochornoso experimento eurosamopiano, empresa ya historia en el club. Esta temporada todo pudo haber saltado por los aires y el equipo, sin embargo, se mantuvo firme con Salmerón como eje clave. No reconocer el acierto de su elección ni el de la confección de la plantilla actual sería de necios. Lo cortés no quita lo valiente.

Por eso aburren mucho las peleas de gallos y las berreas del personal, sean posturales o virtuales. No hay 'Recres' diferentes, ni tres, ni cinco, ni diez mil; Decano sólo hay uno y, a día de hoy, no es ni de Gengis Kan, ni de Sun Tzu ni del sursuncorda: es de Huelva entera, como lo fue tiempo atrás, algo que era aplaudido por algunos, por cierto, hasta con las orejas del vecino. Por las circunstancias que sabemos desde 2016 es así, y el que no lo entienda ni lo asuma que se lea Teo te lo explica. Resuelto lo de Eurosamop, con la marcha actual del equipo y después de todo lo vivido sería conveniente dejar de lanzar falacias absurdas que se desmontan con un soplido y dejar de poner palos en las ruedas, lo que no exime de contar lo que sea verdad. Ni la grada ni el equipo se merecen eso, aunque allá cada uno con sus métodos. Afortunadamente, aquí nos conocemos todos. Y nos conocemos demasiado.

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