Pasan los años y hay asuntos que parecen enquistados. No sé ya cuántos años llevamos para solucionar el tema de los estatutos del Consejo de Hermandades. Los medios de comunicación onubenses se hacen eco de este asunto, el cual ya parece un tanto cansino. Cierto es, que todas las situaciones humanas deben estar reguladas y legisladas, pero el tema de los estatutos del Consejo da la sensación de que sólo interesa a la junta de gobierno del Consejo de Hermandades, al pleno de hermanos mayores y poco más.

Tal y como está en la actualidad el mundo cofrade, pudiera parecer que estamos en una época dorada, de máximo esplendor, pero hay algunos temas que son muy preocupantes y a los que se les presta poca atención. Por un lado, me estoy refiriendo al descenso, más que notable, del número de nazarenos en nuestros desfiles procesionales. Quizás sea el momento de abordar este asunto para intentar atajar el problema. Mucho se habla del patrimonio humano de las hermandades, pero la verdad es que se cuida muy poco a los que visten la túnica. En ese terreno, las hermandades deben trabajar con más tesón para que las filas nazarenas no sean sólo para los jóvenes sino también para que los que, teniendo ya una edad, quieran disfrutar vistiendo el hábito nazareno de su hermandad.

Pero si hay un tema que nos debe preocupar es lo dificultoso que resulta formar una candidatura para presentarse a una elecciones. Con la última reforma del estatuto marco, da la sensación de que no se ha tenido en cuenta un fenómeno muy extendido en la actualidad. Muchos de los candidatos que se presentan, sólo lo hacen por un solo mandato de cuatro años, huyendo casi despavoridos cuando termina ese periodo. Entendiendo que en cuatro años no se pueden llevar grandes proyectos importantes y que ocho años pueden hacerse muy largos y pesados, quizás estemos en el momento de que los mandatos fueran de seis años con opción a continuar cuatro años más.

En seis años sí se puede llevar a cabo el gobierno de una hermandad con solvencia y eficacia. Cuatro años, en muchos casos, imprime a una junta de gobierno un carácter casi de interinidad, en la que muchos de sus miembros que forman parte de ellas por algún tipo de compromiso con el hermano mayor y no con la hermandad, estando en estos casos más preocupados en que pase el tiempo que en otras cosas. Seis años son suficientes para llevar las riendas de una hermandad con miras a programar grandes proyectos.

De esta manera, habría menos preocupación por los vacíos de poder, a la vez que ese sentimiento de querer terminar se mitigaría sustancialmente.

Actualmente son varias las hermandades que tienen esta casuística. En algunos casos, tras cuatro años de trabajo intenso de una junta, el no presentarse ninguna candidatura puede desembocar en juntas gestoras, a las que no hay que temer, pues en algunos casos funcionan mejor que algunas juntas electas. El tema está en que este asunto se puede generalizar y los manidos estatutos del Consejo más que por hermanos mayores pueden ser aprobados por presidentes de juntas gestoras. No sólo de Estatutos vive el cofrade.

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