Para los cofrades, la semana más deseada de todo el año llega de una forma extraña y llena de dolor, situación difícil de comprender, con una sensación de vacío. Este devenir de los tiempos, algo impensable en esta sociedad del bienestar en la que estamos sumidos, ha cambiado nuestras vidas. El bullicio ha quedado mudo, nuestras túnicas sin planchar esperan en nuestros roperos, las bambalinas han quedado sin mecer, los costales sin preparar, los mantos y sayas sin estrenar, las flores que adornan los altares para los oficios tendrán que esperar, la cera no estará derretida. Viviremos recuerdos de nuestra infancia, herencia de nuestros mayores, a los que tanto deseamos poder abrazar. Será diferente, no habrá desfiles procesionales, viviremos la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor con una fe, si cabe, más íntima, ofreciendo nuestras manos para aplaudir a los que están en primera fila, o para hacer mascarillas; y para los más necesitados y alejados, habrá sonrisas y cuidos de hábitos marrones y alpargatas de esparto, que de esto ellas, las Hermanas de la Cruz, tanto saben. Siempre quedará la infinita ternura, nuestras oraciones y rezos, porque hoy más que nunca somos una cadena donde todos somos necesarios.

Un Domingo de Ramos doloroso, recordando a mi camarista perpetua, que entre telas inmaculadas, disfruta de la gloria perpetua; y que desde lejos, por desgracia, rezamos a los que no están. Pero soñemos con esa inquietud infantil, entre palmas, con un Rosario de Amor que llegará y una paloma de la Paz que con su manto blanco nos acompaña en nuestro caminar. Semana Santa distinta, donde una espada de dolor traspasó a la Virgen María, pero soñemos con aromas perfumados de incienso, donde esta sociedad ahora enferma, necesitará valores urgentes de humanidad, compasión y solidaridad para encontrar el camino correcto. No dejemos de soñar, sintamos los acordes de un palio meciéndose acompasadamente entre olor a azahar, sintamos la luz del cielo azul de nuestra tierra, pensemos en nuestra Victoria, deleitémonos. ¡Que brille la primavera! Con olor y aromas diferentes, con un nuevo sentir, con un Valle que cada Martes Santo difundirá su eterna bondad. Sí, soñemos con la Esperanza, de que no todo termina, con la vuelta a la vida, con la entrega completa al Amor. Soñemos…

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