Una lección de la pandemia es que quizás habíamos violado los límites sostenibles en las actividades de ocio. Esto pueda resultar irritante para empresas que han pasado del todo a la nada, de las aglomeraciones optimistas a la angustia de lugares vacíos, pero sin duda da que pensar. Esquiar parece compatible con evitar el coronavirus; sin embargo, las aglomeraciones en los remontes es un punto negativo, y sobre todo la adrenalina que acompaña al apres-ski, cuyas connotaciones báquicas destacan tanto como la calidad de las pistas. En la memoria de todos está Ischgl -la Ibiza de los Alpes-, en Austria, donde se dieron 6.000 casos de coronavirus que infectaron a 40 países, y cuyas responsabilidades legales todavía colean.

El esquí es un invento de Europa, donde hay 4.000 estaciones, que venden 200 millones de días de esquí, igualando al resto del mundo; sólo Francia o Austria suponen cada una tanto como todo Estados Unidos. En Sierra Nevada, con el límite actual de 6.000 personas diarias serían unas 720.000 personas-día en una temporada de 120 días. El efecto directo es de 678 empleos (no a tiempo completo), 18 millones de nómina, y 19 millones de inversiones. Pocos estudios de impacto económico me convencen, pues el criterio y la expresión tan corriente de "mueve tanto dinero", carece de significado económico. En general puede ser que haya una oferta excesiva de comercios, restaurantes y bares para la capacidad de absorción sostenible, aquí y en otros ámbitos del ocio.

Algunas ideas constructivas en estos momentos serían: primero, la estación debe abrir con todas las pistas esquiables que la nieve permite, y han de pisarse, balizarse y cuidarse con el esmero tradicional en nuestra estación, funcionando todos los medios mecánicos, por la imagen de calidad que transmite en las redes. Segundo, los fallos proverbiales de la web deberían corregirse, así como el servicio de taquillas, pues la amabilidad del personal mitiga, pero no excusa una gestión deficiente. Tercero, el acceso a la estación debe ser limitado y anunciarse; el sábado 1 de febrero de este año la Guardia Civil hizo volver los coches que subían a ver la nieve, y no tiene sentido hablar de libertad de movimiento ante la frustración de subir para luego tener que darse la vuelta. Cuarto, la movilidad dentro de la estación y los servicios de lanzadera es otro asunto importantísimo sin resolver. En fin, la gobernanza de la empresa pública debe alinearse con los principios ESG (medio ambiente, responsabilidad social, gobernanza), dando entrada en los órganos de gobierno a consejeros independientes -contar con el asesoramiento de esquiadores senior plus estaría muy bien visto-.

Llevar una estación requiere experiencia y coordinación entre diferentes jurisdicciones, pues la gente acude cuando ha nevado mucho, hace buen tiempo, y es festivo o tiene vacaciones, y la aglomeración previsible hay que gestionarla. La experiencia de la nieve es única, pero la paz y el silencio son difíciles de encontrar hoy en día, y nos hace recordar los versos del tinerfeño Luis Feria cuando dice: Frío ardor / ningún amor consigue retenerte /al buscarte te has ido/ lo mismo que el silencio./ De su patria procedes, a él regresas / no hay silencio sin nieve.

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