Resulta hasta conmovedor el mal trago que supone para el PP el cóctel de decretos sociales con el que Sánchez va a apurar la legislatura.

Por mucho que le toque las narices, el PSOE irá -farlopa para la tropa- "dopado" a las elecciones del 28-A -dice la nada neutral presidenta del Congreso-, el día de autos (de choque) desde el que el Gobierno estará en funciones hasta la toma de posesión del que salga de las urnas, digo de las ulteriores componendas.

El PP -salta el cojo- acusa al PSOE de uso partidista de las instituciones y de hacer campaña con decretos "ni de urgencia ni de extrema necesidad". Más que a amonestación suena a sarcasmo viniendo de donde viene, un partido condenado por financiación irregular y que hizo campaña puesto hasta las cejas en las elecciones autonómicas de 2007 y 2011 (con Esperanza Aguirre absolutamente colocada en la poltrona madrileña), y las generales de 2008.

Viene, además, de un partido que se ha dedicado -del brazo de Cs- a zancadillear estos últimos meses la voluntad mayoritaria del Congreso, convirtiendo su Mesa en muro infranqueable de decenas de iniciativas legislativas, con la ampliación filibustera de los plazos de enmiendas. Y que ahora no considera, al parecer, urgentes las ayudas a parados de mayores de 52 años, el incremento de las prestaciones por hijo a familias en situación de pobreza severa o que bajen los precios de los alquileres.

Sánchez, con 32 decretos en nueve meses, el otro cojo que salta y salta, es el mismo que en 2015 planteaba limitar el uso de esta manoseada figura legislativa si llegaba a la Moncloa. Cuatro años después, su Gobierno ha batido el récord del de Rajoy, el que más porcentaje de decretos-ley aprobó (73) en relación a los proyectos de ley llevados al Congreso (143). Una cifra récord a la que sólo se acerca la de la primera legislatura de Aznar (droga dura), con un 33%.

Y ahora, los viernes sociales. El oportunismo va, como la risa, por barrios. Siempre salta el menos indicado, el cojo. Quedan por ver cómo caen Sánchez y Casado y, lo mejor, las piruetas para negar la ayuda a los parados, que van a dar para ir de Harvard a Aravaca al posgrado más enchufado.

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