Más ilusiones que convicciones en el colapso de la entidad. El Decano está sólo para creyentes. Este estado de ánimo aparece cuando se halla al alcance algo que se desea frente a todas las adversidades. "Recreativo solución" al Ayuntamiento y también hay que estar convencidos en el campo, que será la razón fidedigna de su existencia para embaucar como el ancla de la esperanza de un equipo que resalta su temor, donde los pelotazos y sus precipitaciones son los argumentos más exhibidos. Un equipo que se sostiene por el auto de fe que fluye al disfrutar de una victoria aislada para enlazar una segunda, que nunca llega, que le permita una estabilidad emocional para liberarse de complejos. La última doble alegría seguida sucedió a finales de enero de 2016.

Los jugadores quieren, la mayoría de las veces no pueden, si bien observan cómo sus rivales, peor clasificados, son capaces de asociarse dando pases con sentido orientado en progresión. Lo que todos esperamos y anhelamos es la seguridad y aseveración de que se puede conseguir una regularidad. El Jumilla de ocupación china (su dueño Li Xiang), sólo ha ganado al colista en la segunda vuelta, el Sanluqueño que arrasó en Huelva, y aspira al destino previsto del Decano, que no era otro que buscar puestos de promoción de ascenso.

La ruta hasta el final implica más riesgos y valentía, más propuesta de juego ofensivo y aumentar la presencia en el área rival basada en la organización y criterio con el balón. El equipo de Juanma Pavón acumula síndrome de pánico, pero salir de abajo obliga a controlar las situaciones ventajosas para rentabilizar cualquier coyuntura, porque el grupo por la permanencia se apretará y hasta aquellos que parecían desahuciados ya ganan en autoestima sumando triunfos. Cada jornada no es un partido más, es una final que hay que ganar para ser respetado obteniendo una valoración positivo de sí mismo.