El Recreativo ganó confianza con la remontada en el Nuevo Colombino donde no hacía tres goles desde febrero de 2018 ante el Écija. Monteagudo se pone deberes ante unas carencias del sistema defensivo de sincronización y agresividad que afectan a la solidaridad en el repliegue. Todo pensamiento no es atacar a la voz de ya colocando más jugadores por delante del balón para descubrirse atrás. Un equipo progresa desde la firmeza defensiva, que relanza las opciones de vocación ofensiva. Tanto en San Fernando como frente al Talavera salieron a relucir dudas muy visibles de lentitud en los marcajes y los descuidos en la zona de contención, que terminan por romper la estabilidad de un equilibrio posicional.

Orden y disciplina táctica son fundamentales para la seguridad en sí mismo. Y es lógico que una plantilla distinta y un entrenador enchufado de recreativismo necesiten tiempo, sin olvidar que de manera paralela Monteagudo gestiona un conjunto de jugadores con experiencia y polivalencia, que asumen el compromiso de un proyecto ambicioso conforme a lo estipulado desde el interior del vestuario, que ya se ha metido la presión sin conocer las respuestas de los adversarios. El objetivo debe ser sólo mejorar para afianzar unos criterios en el proceso de integración del bloque.

El Recreativo es el equipo a batir donde vaya por los antecedentes y los rivales son conscientes de que llega un partido especial. Siempre existirá el reto de ser muy competitivos porque lo dice el guión. El debutante Villarrobledo disfruta su estado placentero de estimulación emocional, pese al pésimo inicio tras perder ante la Balona en la fiesta de bienvenida casera y en Marbella. Además de agradar a sus seguidores, el equipo roblense cuenta con el aliciente de ganar su primer partido en Segunda B y de enfrentarse al Decano, que es calificado como el estandarte del grupo, de ahí el cartel de máxima expectación.