Análisis

Tacho Rufino

Quiero la baja por mi niño

El Ministerio de Trabajo anuncia que la incapacidad por hijo contagiado se extenderá también al hijo en riesgo de contagioUna medida que es justa puede ocasionar un colapso médico y mucha picaresca

Son días de vuelta al cole. Los días de vuelta al cole más extraños de la historia que uno haya vivido como párvulo, escolar, bachiller, universitario o padre. El asunto ahora no es elegir centro, aducir circunstancias para conseguir plaza en un colegio concertado, comparar proyectos educativos, hacer cuentas, solicitar becas o chequelibros, comprar babis, mochilas, zapatos con velcro, uniformes, aprovisionarse de Filvit. Todo esto es secundario. Los asuntos candentes en este septiembre del canallesco 2020 son dos. Uno, si las clases serán presenciales, no presenciales o mixtas, y con qué medios y sistemas de enseñanza y aprendizaje y evaluación. El segundo atañe a los más pequeños: qué va a pasar con las guarderías y las clases de primaria, qué se va a hacer para prevenir los contagios y su transferencia a los familiares; qué curso de acción deberán seguir los centros en caso de contagios, en función de lo que cada comunidad autónoma establezca… cosa que no está clara a estas alturas del curso.

Este estado de cosas, tan indefinido e incierto, afecta a los padres y madres en sus propios trabajos. Los niños necesitan el colegio para aprender y desarrollarse intelectual y educativamente, y también afectiva y socialmente. Deben ir al colegio. Con su propio criterio y razón, muchos padres se resisten a llevar a sus críos a la escuela este septiembre; otros, sencillamente, no tienen más remedio, porque deben trabajar y no tienen dinero ni, claro, abuelos que les cubran. No entraremos en eso, pero sí en las consecuencias que este intricado sistema de intereses y necesidades puede tener sobre el mercado laboral. Los padres de hijos que se contagien tendrán derecho a una baja laboral, con un alto porcentaje de cobertura de sus cotizaciones y sus salarios. Será una sangría, pero es simplemente justo. Una parte considerable de los fondos de reconstrucción se destinarán a tales bajas. Sucede que el Ministerio de Trabajo, por boca del vicepresidente social, Pablo Iglesias, da por hecho -sin encomendarse a su presidente y sus ministros económicos- que un progenitor cuyo hijo esté en riesgo de ser contagiado, por haber un contagiado en su clase, también tendrá derecho a tal "incapacidad". Y eso aporta otro color a la justa medida. Incluso llama a la picaresca en un país de pícaros laborales de primera división. Por no hablar del colapso de los médicos que certifican las bajas.

Sobre este asunto ya se han podido leer y oír conclusiones de empleadores que declaran que si la medida se hace extensiva a cualquier padre con hijo "en riesgo" de contagio, el incentivo es dejar de emplear a padres. Y por supuesto, a madres, que ya comenzaron a orientarse hacia las oposiciones cuando comenzaron masivamente a formar parte del mundo laboral (del contratado, en el hogar ya trabajaban, y a modo), por tener la función pública mayores seguridad y coberturas y, en algunos casos, mayor dignidad salarial. Ahora, el incentivo para el empleador -imaginemos que puede hacerlo sin más- es emplear a personas sin hijos, para asegurar una mayor estabilidad de la plantilla y una mayor eficiencia productiva. Esto creará otra brecha, la de padres sospechosos y candidatos solteros sin cargas y potencialmente más productivos y nada sujetos a contingencias de su prole. También pone en riesgo, por si no lo estuviera ya, nuestra pirámide de población, adiposa por el centro (los maduritos), creciente por la cúspide (los pensionistas) y muy estrecha por la base (las cohortes futuras). El problema es serio, y no sólo por las circunstancias concretas de ahora. Sino porque el incentivo para un joven en edad de trabajar y que no sea rico por cuna es no tener hijos. Perdonen lo cándido de la pregunta: ¿quién pagará nuestras pensiones?

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