El Real Murcia y Recreativo son dos clubes que sintonizan tanto en sus problemas institucionales como en la losa que supone el peso de sus deudas consolidadas y falta de liquidez, que de manera paralela afectan a sus respectivos comportamientos y exigencias deportivas, que sólo encuentran en el ascenso una conexión directa con vista a un futuro viable. La rémora de la entidad murciana supera los 55 millones de euros con su máximo gestor asediado y cuestionado, pendiente de una ampliación de capital extranjero, y la que sostiene el Decano se estima en 25 millones de euros, sin ultimar auditorías y a expensas de aparecer un pasivo oculto, además sin garantías de comprador.

José María Salmerón padeció durante siete meses de la pasada temporada este conjunto de factores allí con tres presidentes y tres directores deportivos para salir huyendo de la quema y ahora aquí se halla expectante tras ser incitado, además de movido con razones, para aceptar la oferta del Recreativo teniendo en su mente no revivir en Huelva la discordia y otra depresión de bajada de ánimo de una situación peor en el desenlace económico.

El plan del Real Murcia, con patrimonio neto inferior a la mitad de su capital social directo a la liquidación, le obliga al éxito sí o sí en su quinta temporada seguida en Segunda B, incluso activa la presión interna: no quedar primero de grupo sería un fracaso. El reto presente del Recreativo, cuarta trayectoria continua de su segundo ciclo en este pozo sin fondo de Segunda B, es que el goce de su buena salud sea clave para el impulso final de Liga. Ambos destacan por sus sistemas defensivos sólidos, pero limitados en sus recursos en ataque. El Recreativo sostiene su equilibrio táctico siendo el único imbatido del grupo. A priori, los mínimos detalles macarán el desenlace del partido, también abierto a la sorpresa del despertar incisivo porque dominar las dos áreas es vital.