Las secuelas de la primera derrota siempre dejan impotencia y rabia contenida, que duele más si coincide con el asalto a tu fortín tras una primera vuelta controlando las opciones de cada envite. Tampoco dicta la situación de ver y juzgar por el lado más desfavorable, sólo que es necesario tratar y separar las partes sin la influencia de la pasión y sí bajo el rigor de la sensatez. El Utrera ha dado caza a un Decano que ha perdido fluidez y precisión en su perfil de equipo, ahora azotado por la Covid-19 incluyendo su líder Alberto Gallego.

Ya han pasado dos semanas para fortalecer el ánimo que repare el mayor "daño moral" de la temporada frente al rival más peligroso, un Utrera que salió del Nuevo Colombino confirmando sus expectativas y siendo el equipo a batir en la segunda vuelta. Y a la menor brevedad posible no pudo arreglar lo estropeado para evitar el grado de activación de una alerta de crisis por su segundo aplazamiento seguido, en otro test que hubiera sido exigente frente a un crecido y reforzado Ciudad de Lucena muy peligroso fuera.

En este caso el tiempo no lo borra todo, al menos estos días de meditación han ayudado a mejorar la condición física y el examen mental indispensable para formar un juicio del alcance y vuelco de la situación. El partido ante el Ceuta B tiene mucha trascendencia tanto por el valor de la victoria como su rédito psicológico, dado que el filial ceutí recibe el domingo al Utrera. El Ciudad de Lucena ha sido el único que ha ganado en el Alfonso Murube en el pasado octubre, de ahí que sea motivo para reivindicar que el Recreativo está seguro de sí mismo, que es la vía más directa de continuar centrado en la pugna por el liderato perdido tras 16 jornadas seguidas al mando. Cierre de filas junto al segundo Daniel Llácer como buena sintonía de pasar de los deseos a los hechos para restablecer la orden de ejecución a la espera de refuerzos.