El partido se me acaba de romper. Otra vez. ¿Dónde está la línea? El ruck a veinte metros y el balón parece nuestro. Busco al diez. Busco una espalda con un número diez. Busco el ancla del equipo, el faro. Pero está en el ruck y sin oportunidad de salir. El medio melé está metiendo las manos, buscando al balón dentro de la formación estática como una comadrona en un parto. Levanta la cabeza buscando a un padre. Guía a los pocos delanteros que hay de pie para hacerlo en cerrado. Aguanta el tiempo porque sabe que no vamos a llegar al siguiente contacto. ¡Juegue! El árbitro exige continuidad y el balón sale con el eje largo perpendicular al suelo. Se queda suspendido a la misma altura menos de medio segundo, y cuando está empezando a bajar llega un pilar y va al encuentro de la defensa contraria. Estamos lejos de él. Los apoyos van a llegar tarde. Percusión, un metro más allá de la línea de ventaja, pescador y retenido. Tocan retreta. A la línea sin desorden. El pateo del diez de ellos nos echa quince o veinte metros atrás, entramos en nuestra zona de veintidós. Toca placar. ¿Dónde está el diez?

Miro al lugar del penúltimo ruck y lo veo levantarse con la mano derecha en el hombro izquierdo. Demasiada delantera contraria en aquel contacto. Ya íbamos tarde y nos ha costado el apertura titular. El talonador contrario pone el oval muy atrás en el saque de touch. Juegan en abierto. Subimos cubriendo nuestro pasillo. Nos comemos dos señuelos. Un pase muy atrás y cambio de sentido. Corro en diagonal a cubrir el lado cerrado. Sé que no llego al primer placaje. Está nuestro zaguero defendiendo a dos. Busco cerrar el pase al interior después de que lo fijen. A ese sí puedo llegar. El ala contrario fija a nuestro zaguero y pasa. Llego a la cintura del que recibe casi al mismo tiempo que el balón. Placaje lateral, malo, pero va al suelo. Trato de levantarme para pescar pero me limpian antes de decir amén. Ellos sí están en el partido. Son buenos estos tíos. Muy buenos.