Cuando a Lola Flores Hacienda le reclamó un dinerito, ella no dudó en pedir la colaboración ciudadana para saldar su deuda con el fisco. Si cada español me da una peseta… Aunque ahora se recuerda como una anécdota, estoy convencida de que más de uno se puso a recolectar pesetas para salvar a la Faraona de la deshonra fiscal. No porque la causa fuera justa, más bien por el poder de convocatoria que la matriarca de los Flores ejercía sobre la sociedad (que se lo digan a Lolita).

Anticipada a su tiempo, sentó cátedra sobre todo lo que vendría después. Ella movía masas con sólo abrir la boca, ahora un puñado de millennials sacuden el mundo a base de stories. La sociedad cambia pero la influencia que determinados elegidos ejercen sobre ella permanece. Por eso no resulta extraño ver a media humanidad tirándose un cubo de agua fría en la cabeza o contemplar (horrorizados) como unos simpáticos padres arrojan lonchas de queso a la cara de sus hijos. Lo que para Lola Flores habría sido un favor, ahora se llama reto y parece ser la chispa que enciende al mundo. Aunque, a veces, ocurre la magia y ese reto absurdo se vuelve algo productivo. Hace unos días miles de jóvenes salieron a las calles a protestar contra el cambio climático y si sonora fue su protesta, más efectiva fue la campaña en redes sociales los días previos. Bajo el nombre de Trashtag Challenge la comunidad internauta invitó a los usuarios a acudir a un paraje en el que la mano del hombre hubiera causado estragos, sacar una fotografía previa, recoger toda la porquería y volver a inmortalizar el lugar después de su buena acción. ¿El resultado? Instagram lleno de imágenes de una naturaleza más naturaleza que de costumbre. No hay cifras oficiales sobre la cantidad de basura recogida, pero no fueron cuatro bolsitas. El poder de convocatoria de las redes sociales sirvió para algo más que para posturear. O no. Si Instagram es el escaparate en el que muchos muestran su mejor versión, ésta pasa por dejar ver que también se es una persona comprometida. Separar en casa el vidrio del plástico o el cartón de los residuos orgánicos no sirve de nada si el mundo no sabe que uno aboga por el reciclaje. De ahí que salvar el planeta sea una acción más que añadir a la lista de cosas con las que posturear. Pero, ¿no nos repetimos hasta la saciedad que el fin justifica los medios? Qué más da que nos volvamos ecologistas para sacarnos una foto. Posturea para que el mundo lo vea, que cantaba Aranu Griso, ahora se sustituye por Posturea para que el mundo se salve.

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