De vez en cuando no está mal poner el oído en la calle. No solo se aprende mucho, sino que se llega a conocer de cerca los problemas que hay y las inquietudes que tienen ciudadanos/cofrades.

Se echa esto bastante de menos y lo vemos en todos los ordenes de la sociedad. En el político que te piden el voto y te promete hasta el AVE a Madrid (me uno a la adhesiones de todos en la manifestación por las infraestructuras, incluida la del Obispado, aunque las manifestaciones con los políticos no me gustan, porque díganme, un político ante quién se manifiesta).

Pues eso, que cuando les hacemos ganadores con nuestros votos en las urnas se olvidan de quienes les votamos. En lo cofrade ocurre esto cada vez más en los hermanos mayores, que lo deben ser de todos y tiene que saber acercar a todos. Mientras que lo que ocurre es que se sienten con el poder absoluto de las cosas, sentados en el mismo Olimpo de los políticos.

A nivel de Consejo de Hermandades aquí no es que el presidente lo sea de todos, sino que los hermanos mayores deben saber que tienen que velar por los objetivos comunes, lejos de las particularidades y sus peculiaridades cofrades. Hay que pensar que por una esquina por donde pasa su cofradía también procesionan otras más.

Un capataz en una cuadrilla de costaleros debe saber que la ilusión que le pone la cuadrilla es la que se cimienta primero en cada uno de los que se ponen el costal.

La parroquia es también un lugar de convivencia, la casa amable a la que podemos acceder. El párroco, por ser párroco, no tiene por qué sentirse poseedor de la verdad absoluta, esa está sobre el ambón. Debe buscar la integración entre todos los feligreses. En el caso de las cofradías hay que estar a veces más cerca de la más sencilla que la que se creen superiores. Hay hermandades que piensan que están solas en la parroquia y son muy excluyentes.

En esta escalera llegamos hasta El Conquero y allí se asienta la Iglesia Diocesana. Distintos vicarios entorno a la figura del obispo, es una buena apuesta para acercar todas las realidades que existen, porque hay que integrar. Difícil siempre son los temas con los seglares, bien sean de hermandades o de cualquier asociación o carisma. No olvidamos tampoco las rencillas entre párrocos. Ocurre hasta en el mismo Vaticano, lamentado por el propio papa Francisco.

En este recorrido lo importante no es sentirse con el poder absoluto de las cosas. Sino saber escuchar y poner oído en la calle es un ejercicio más que saludable.

No se pueden tomar decisiones y dejar que la correntía de la discusión amaine. Al final aunque la calma de las aguas haga pensar que todo pasó, lo cierto es que dejó un sedimento que es más perjudicial que haber tomado otras decisiones.

La calle también ve y escucha, siente y no olvida tan fácilmente. Ese puede ser un error, el no tener esto en cuenta.

Las decisiones que a veces se toman, sin ser consciente la repercusión que pueda tener, llevan a a producir más daño que el que se haya querido remediar.

Las hermandades por ser una institución de la Iglesia, amasada en la realidad de la calle, del día a día de la fe sencilla de un pueblo, no entiende que se recorran vericuetos.

No cumplir la norma está mal, y equivocarse en su justificación es mucho peor.

Es por lo que el artículo 61 de los estatutos del Consejo están para cumplirlos, también por la Hermandad del Nazareno y por la autoridad eclesiástica que le dio vigencia por decreto.

Hay que poner el oído en la calle y valorar el daño que al final se hace. En esto no vale inseguridades.

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