Con la todavía delicada situación económica del Decano sobre la mesa, asunto que no se puede ni se debe olvidar; teniendo éste una necesidad innegable de poner las cosas en orden de una santa vez, de aprobar cuentas pasadas (¿sabremos algún día todo lo relativo a la auditoría forense o va a ser éste otro secreto como el de la Coca-Cola?), de sacar todos los papeles a la luz, responder ante empleados y exempleados, reestructurar, mejorar, ampliar y potenciar parcelas necesarias para cualquier entidad digna del siglo XXI, dedicar tiempo y recursos a poner en valor su historia y a defenderla de ataques propios y ajenos, al cuidado de su cantera, a mejorar sus instalaciones, a lavar su imagen, a protegerse de intrusos peligrosos… Pese a tener llena la bandeja de tareas pendientes es imposible dejar de lado la alegría del balón, ése que tantas veces nos ha desilusionado, apocado y hasta machacado estos últimos años de forma realmente cruel y que nos está ofreciendo, hasta hoy, un respiro maravilloso. Y qué falta le hacía al recreativismo una temporada así para meter aire limpio en los pulmones.

Pero ojo, que una cosa es coger aire para afrontar lo que queda con toda la ilusión del mundo y otra salir con el pecho hinchado creyéndonos indestructibles, que no lo somos. Eso sí, desde fuera da la sensación de que el equipo ha entrado en una fase de autoconfianza tal que se antoja como la mejor cualidad posible. Parece que venga el traspié que venga -que llegará- el equipo se volverá a levantar con fuerza. Eso transmite desde el primero hasta el último, con Salmerón a la cabeza. Desde hace tiempo destacamos aquí que su mensaje de juego terrenal, alejado de promesas inalcanzables y basado en una filosofía realista, era el mejor de los itinerarios posibles. Ni un invento extraño, ni una excusa irracional, ni un dardo sin destino. El pasado jueves, en la tertulia que organizó este diario, el preparador del Recre volvió a demostrar su seguridad. Incluso a los que aún nos tiemblan las piernas por todo lo que se ha vivido (es que ha sido muchísimo, míster, muchísimo) nos respondía con serenidad y ambición. "Lucharemos por algo bonito". No sufrir ya es todo un premio; si luchamos de verdad por el ascenso no me cansaré de repetírtelo: "Pues tenías razón. Todo OK, José María. A por ello". Ojalá.

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