DIRECTO Madrugá Sevilla en directo | Semana Santa 2024

El tiempo El tiempo en Sevilla para la Madrugada

Análisis

juan antonio solís

Y Nadal nos hizo sentir sin mascarilla

Nuestra añorada normalidad se reflejó en los ojos llorosos de Nadal oyendo el himno

Los jóvenes que, en un alarde de romanticismo y valentía acaban de empezar Periodismo y que, para redoblar su valor, sueñan con especializarse en Deportes, no guardan en su memoria la primera vez que Nadal mordió la Copa de los Mosqueteros. Para ellos, aquel Nadal de larga melena y la mirada viva de un lazarillo es una leyenda del pasado. No pueden ni irse a revisar las reacciones del mundo Twitter o el mundo Instagram. El pájaro azul rompió el cascarón en marzo de 2006 y el espejo de Narciso acaba de cumplir diez años.

El reinado de Rafa Nadal en París es lo más parecido a la eternidad en el mundo del deporte. Robin Söderling nos demostró en 2009 que el balear no era un superhéroe, pero lo pagó con un maldito estigma que lo perseguirá el resto de su vida. Ya no es Robin Söderling. De por vida será Robin ElqueganóaNadalenRolandGarros. Y con esa pena cargará. Estará revisando su móvil mientras embarca en un aeropuerto y los de enfrente, si lo reconocen, así mascullarán su nuevo apellido.

Prolongar tres lustros la tiranía en un gran torneo de un deporte individual, no se olvide -los clubes bien gestionados pueden extender su dominio renovando su sangre con nuevos valores, y no es lo mismo- sitúa al gran campeón más allá aún de nuestros corazones españoles. Con su carácter ganador nunca visto, asciende ya al estrato donde están los mejores de siempre en cualquier deporte.

Sólo Nadal tarda nada menos que 48 minutos en definir la palabra "grandeza". Fue lo que tardó en castigar a Djokovic con un rosco. Porque el número uno jugó un tenis realmente bueno. Y palmó 6-0.

En este presente tan turbador que padecemos, necesitamos agarrarnos a algo que nos haga sentirnos sin mascarillas. Y aunque Rafa lució una bajo sus ojos llorosos, oyendo el himno, nosotros veíamos en él a aquel imberbe de 2005. Y al momento se nos erizó la piel por volver a aquellos instantes. Nuestra añorada normalidad, a secas, se reflejó en sus ojos de vivo.

La maldita pandemia que nos sacude también afecta, y mucho, a parcelas menos trascendetales como el deporte. Muchas grandes competiciones se han suspendido y otras, como Roland Garros, modificaron a regañadientes sus fechas para depararnos estampas insólitas, como ver al campeón intentando morder con mascarilla la Copa de los Mosqueteros o verlo posteriormente en una sala de prensa absolutamente vacía. Trasladar el torneo de la ya cálida primavera parisina al otoño, a menudo frío, de la capital francesa también obligó a los afortunados asistentes a abrigarse incluso con mantas. Fue el caso del judoka local Teddy Riner.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios